Quo Vadis, Rivera?

Publicado: 08/07/2019
Autor

Alejandro Sánchez Moreno

Alejandro Sánchez Moreno nació en Sevilla. Es docente e historiador. Especialista en historia del movimiento obrero andaluz

De vuelta a Ítaca

Análisis de cuestiones, tanto históricas como de actualidad, desde una visión crítica de nuestra realidad política, económica y social

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La vida a veces se tuerce, eso es así. Y cuando menos te lo imaginas, ocurre algo que no esperas y que trastoca todo sin más. Eso lo sabemos porque a todos...
La vida a veces se tuerce, eso es así. Y cuando menos te lo imaginas, ocurre algo que no esperas y que trastoca todo sin más. Eso lo sabemos porque a todos nos ha pasado alguna vez. Yo tengo un conocido que trabaja en una fábrica y que adoraba su trabajo. La cosa le iba bien, y además de tener un empleo estable y bien remunerado -algo casi imposible en estos tiempos-, el tipo tenía una relación extraordinaria con sus compañeros, y se podía decir que era hasta popular entre ellos. Este hombre era feliz  y no necesitaba más, pero un mal día el programa de Jesús Quintero entrevistó a un par de frikis que se hicieron famosos y todo cambió para él. Y es que este conocido mío tiene toda la cara del Risitas, y claro, eso en una fábrica no se perdona, y desde entonces sufre día sí y día también, las bromas crueles de unos compañeros que parece que todavía siguen en el colegio. Y todo por haber tenido la mala fortuna de parecerse a un personaje de televisión que causa risa con solo abrir la boca.

La fortuna es así, y lo mismo te da la mano que te la retira sin más. En política también pasa desde siempre, y de eso se dio cuenta hace siglos uno de los más brillantes y denostados teóricos políticos de la Historia, Nicolás Maquiavelo. Así, en su obra cumbre, “el Príncipe”, el florentino advirtió que el poder se podía ejercer mediante virtud o fortuna, siendo la primera dependiente de la capacidad del gobernante, y la segunda de circunstancias externas que se nos escapan y que pueden favorecernos o no. Por eso mismo, un buen político sería aquel que tiene cualidades para ello (virtud) y no el que solo tiene fortuna, ya que aunque este último también pueda tener éxito, su triunfo no dependerá de él, sino de eventos ajenos a su voluntad. En España tenemos muchos ejemplos de políticos así, aunque para mí, no hay actualmente un príncipe en los partidos, con mayor fortuna y menor virtud que el líder de Ciudadanos, Albert Rivera.

Y es que parece que la suerte se le está acabando a aquel político hasta hace poco casi desconocido, y que fue aupado con un mimo sin precedentes por los medios. El chico era moderado, sencillo y hasta guapo, como cabía esperarse del nuevo Adolfo Suárez que necesitaba España en la segunda transición que todos pensábamos que iba a llegar. Pero no. Albert no era ni fue nunca Suárez, que aunque también gozó de fortuna era un hombre al que ni desde las antípodas políticas cabía poner en duda sus habilidades. Rivera no. Ya que sólo ha tenido la fortuna de haber sido elegido por los poderes económicos para garantizar su poder en España en un tiempo complejo en que el bipartidismo parecía que llegaba a su fin. Y es que antes de que el experimento Podemos llegase más lejos, tocaba promocionar a una figura capaz de hacer recuperar la fe en el sistema de la gente desengañada de todo.

Y así llegó él. Un político regionalista al que nadie conocía fuera de Cataluña fue el elegido. Y llegaron entrevistas, portadas y campañas orquestadas desde arriba para presentarlo como el salvador de España. Los medios lo amaban, pues los periodistas en nuestro país saben para quién trabajan, y por eso se supo tener paciencia con algunas meteduras de pata, contradicciones en el discurso, líos internos varios, y hasta aquellas salidas de tono que evidenciaban la escasa formación teórica de una persona a la que se maquilló hasta el infinito mientras que él se limitaba a interpretar el papel que le dieron sus verdaderos jefes. Aquellos que desde arriba tumban o levantan gobiernos y partidos con el único objetivo de mantener sus privilegios.

Pero eso puede acabarse. Rivera ha salido díscolo y está haciendo cosas malas pactando con quien no gusta demasiado, y negándose a aceptar que para el IBEX hoy lo mejor es que gobierne Sánchez sin las ataduras de gente un tanto izquierdista para su gusto. Pero nada. Albert no hace caso, y eso no se perdona. Se acabó la fortuna y ahora Rivera dependerá sólo de su virtud. Los medios han empezado a afilar las espadas, y a menos que haya un cambio de última hora, todo indica a que esto se va a resolver empujando a Albert a la irrelevancia política, un lugar del que, de haber sido exclusivamente por sus capacidades, nunca habría salido. Porque en un país idealmente serio, y con una ciudadanía crítica, Albert Rivera jamás habría llegado ni a concejal de su pueblo.

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