El universo se rige por leyes. Pocas, simples, claras e inmutables. Dicen que son cuatro las fuerzas que lo conforman y gobiernan, a saber, la ley de la gravedad, la electromagnética, la nuclear fuerte y la nuclear débil. También las de la termodinámica, pero en un nivel inferior y derivado de las anteriores. Y la segunda ley de la termodinámica nos advierte que todo tiende hacia la entropía, hacia el desorden y la anarquía, por lo que, para conseguir el orden, hay que emplear y aplicar energía. Pues lo que ocurre con la materia también parece regir para las cosas humanas, en especial la política. Si dejamos a sus señorías por libre, a su amor, que decimos en nuestra tierra, jamás pactarían entre ellos, todo diferencias, rencores y desconfianzas. Pero dos fuerzas contrapuestas actúan a favor de los pactos de gobierno. Por una parte, el apego al cargo, al poder. Por otra, el miedo. Miedo a que el no pactar sea castigado por los propios votantes en caso de nuevas elecciones. Pues eso, estas dos fuerzas domestican, a veces, la entropía cerril de los cargos electos, a los que fastidia, sobremanera, tener que compartir, consensuar y tragar con un socio siempre incómodo y parásito.
Sánchez ya ha convocado sesión de investidura y, por si las moscas y como elemento de presión, también ha marcado en rojo una posible fecha para repetir en noviembre, en su caso, las elecciones generales. Podemos y Ciudadanos, los dos partidos cortejados, deshojan la margarita de su última decisión. ¿Qué hacer? Podemos parece firme en su papel de aspirante despechado. Si no nos hacen ministros, no lo apoyaremos, repitan. Ciudadanos, erre que erre con su “no es no”, a pesar de las tensiones internas que su negativa le ha generado. La dinámica, como siempre, tiende a la entropía. ¿Qué harán? Podemos ya experimentó en carne propia el coste electoral de no haber hecho presidente a Sánchez, permitiendo el regreso de Rajoy. Ciudadanos ve como menguan sus expectativas electorales al derechizarse, al menos en apariencia. ¿Apoyamos o no apoyamos, pensarán? Queda poco tiempo, y, como es habitual en nuestra tradición política, todo pacto que se precie se alcanzará en el último segundo, del último minuto, en el fuera de juego del límite establecido, nunca antes. Todavía nos quedan días, pues, para conocer el desenlace del sainete parlamentario.
La última ley que conforma las voluntades políticas podría resumirse en que, en España, se vota a la contra, movidos por el miedo y el odio al otro, más que por amor al propio. Por eso, tanto C,s como Podemos calcularán el riesgo de su voto negativo. Si por culpa de la cerrazón de C,s, al final, Sánchez termina gobernando con podemitas e independentistas, que nadie dude que sufrirán un alto coste electoral. ¿Para qué sirven, entonces? ¿Para tratar de sustituir al PP? Al fin y al cabo, para una opción que aspire a ser centrista, el apoyo a diestra o siniestra, según el caso, debería ser parte consubstancial de su propia esencia. Por el contrario, si Podemos, con su no recalcitrante, pone a Sánchez en manos de ciudadanos, muchas de sus bases se revolverán contra su líder ya debilitado. ¿Qué hacer entonces, pensarán? ¿Cómo luchar contra la pulsión entrópica que devora sus entrañas?
Las personas y los partidos, pasan. Las leyes, permanecen. Por eso, al final, todos los políticos nos parecen iguales. No lo son, pero las leyes los uniforman, que le vamos a hacer.
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