El Gobierno andaluz PP-Cs ha logrado su gran objetivo, tener presupuestos para 2019 y allanar el camino para los de 2020 y toda la legislatura, pero lo ha conseguido tras una jornada rayana en lo bochornoso en la que Vox no sólo hizo una demostración de fuerza, sino que quedó demostrado que Andalucía tiene ahora su capital política en Madrid. El tuit que lanzaba la formación ultraconservadora cuando ya entraba la noche era revelador: “El Gobierno de la Junta de Andalucía (PP y Cs) cede ante nuestras propuestas de sentido común para una Andalucía por España”.
Los términos de esta cesión se reflejan en un documento de 34 puntos con el que PP y Cs hacen concesiones en muchos casos simbólicas, pero de gran valor estratégico para la formación que lidera un Santiago Abascal que, de cara a la galería, escondió hasta el último momento si retiraba la enmienda a la totalidad que habría tumbado el presupuesto. El agónico juego del ratón y el gato se mantuvo hasta la segunda intervención de su portavoz parlamentario, Alejandro Hernández, como quien dice en el último minuto de la prórroga, mientras instantes antes Vox sacaba pecho con que el Gobierno seguía negociando a la desesperada, dentro del mismo salón de plenos.
Más que un guiño, PP y Cs lo que han hecho para aprobar las cuentas ha sido abrazarse hasta casi fundirse con Vox. Especialmente satisfecho se mostraba Hernández con que se asume de forma oficial por la Junta el concepto de “víctimas de violencia intrafamiliar”, aunque desde el Ejecutivo andaluz se insistía en que esto no significa que se deje de hablar de violencia de género, sino que ambas ideas van a coexistir a partir de ahora.
También se reforzará la colaboración con las fuerzas de seguridad en materia de inmigración ilegal, “término que va a tener acogida por primera vez en unos presupuestos”. Asimismo, “se delimitan las actuaciones en materia de memoria democrática única y exclusivamente a la localización de fosas y al banco de ADN”, a lo que se une que “las mal llamadas asociaciones memorialistas dejarán de ser subvencionadas en un futuro inmediato” y sólo podrán destinar el 20% de las ayudas que reciban a gastos estructurales.
El acuerdo incluye que Andalucía sea beligerante para garantizar la educación en español en las comunidades con otra lengua oficial y la creación de un servicio de atención a las mujeres embarazadas con dificultades, “como muestra de nuestra apuesta por la cultura de la vida”, enfatizaba Hernández. El foco apunta también con intensidad a los entes instrumentales de la Junta, una “administración paralela” que se quiere reorganizar, imponerle un mayor control del gasto y, en última instancia, proceder a su “eliminación”.
“Voto de confianza”
El pacto que permite que la Junta saque sus cuentas para 2019, con compromisos ya incluso para las de 2020, incluye otras cuestiones con las que sí es difícil discrepar, como planes de mejora de las infraestructuras educativas, judiciales y de dependencia, o primar la excelencia en el profesorado. Con este documento bajo el brazo, Hernández confirmó que “vamos a renovar el voto de confianza” que ya dieron en enero.
“La política es el arte de lo posible”, decía el consejero de Hacienda, Juan Bravo, para justificar los acuerdos a los que se ha llegado con Vox. En efecto es eso, pero también un mundo en el que tienen una importancia capital los gestos, que pocas veces son gratuitos o casuales. Ni gratuito ni casual fue que tanto el presidente, Juanma Moreno (PP), como el vicepresidente, Juan Marín (Cs), se pusieran de pie para estrechar con efusividad la mano de Alejandro Hernández cuando bajó de la tribuna de oradores. Vox, que reclamaba una foto con Cs, conseguía de esta manera una imagen de un valor simbólico incalculable que evidencia su fuerza.
Así que, tras mucho amagar, Vox sí ha golpeado esta vez con fuerza. Ha retirado su enmienda a la totalidad, sí, pero tras arrancar varios trofeos y sin esconder que el partido se decidía en Madrid en lo que es un duro revés para la autonomía de Andalucía.