Doñana 50 años

"España no valoraba a Doñana"

Miguel Delibes, prestigioso biólogo y escritor y ex director de la Estación Biológica de Doñana, aporta, con humor a veces, algunos datos de los orígenes.

Publicado: 07/06/2019 ·
11:20
· Actualizado: 07/06/2019 · 13:04
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Autor

Jorge Molina

Periodista, escritor y guionista. Y siempre con el medio ambiente como referencia

Doñana 50 años

Doñana cumple 50 años como parque y es momento de contar hechos sorprendentes

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Miguel Delibes de Castro tiene dos almas. Una de ellas, la de escritor (su libro ‘Vida’ lo considero una obra maestra de la divulgación científico-biológica, con lo que acarrea eso de filosófico), le viene de ser hijo de quien es, un gigante al que personalmente debo buena parte de mi pasión por lo de escribir.

La otra facerta es la de prestigiosísimo biólogo, el primero que vivió en Doñana por tajante orden de José Antonio Valverde, y luego director de la Estación Biológica. Alumno de José Antonio Valverde y Félix Rodríguez de la Fuente, es un grande en la ciencia, y si a eso se le suma el talante generoso y humilde que impregna, estamos ante un muy grande.

Esta entrevista la realicé para el documental ‘El hombre que salvó el paraíso’, y ahora se recupera con mayor extensión.

--¿Qué era Doñana en la España de los años 50?

--No puedo hablar con mucho fundamento, pues apenas existía yo en esa época (nací en 1947). Mi primer recuerdo es la publicación en un periódico vallisoletano de una noticia acerca de un artículo de José Antonio Valverde sobre los linces, que habría aparecido en Francia (luego he sabido que fue en 1957, en La Terre et la Vie).

--¿Quién es Valverde en mayo de 1952, cuando llega a Doñana?

--El jovencísimo Valverde que desembarca en Doñana en 1952 había sufrido una grave enfermedad, le apasionaban los pájaros, había tenido mucho tiempo para leer sobre Doñana, y sabía que existía el paraíso, era de los pocos que lo sabían, y a expensas de los dineros que ganaba disecando animales quería conocer Doñana. Se busco un colega igual de joven pero un poco mas versado, Paco Bernis, un profesor de instituto, para viajar juntos a Doñana (aunque en honor a la verdad, en aquella primera visita fue Bernis quien invitó a Valverde a que lo acompañara). Pero me asombra pensar que no había podido estudiar más que el bachillerato y ya tenía dentro, bien germinada, la semilla de un gran investigador.

--Él no tiene constancia al llegar de las presiones que existen, como arrozal o eucaliptal.

--En 1952 ya Bernis y Valverde escriben en un artículo una nota llamativa, es yo creo que la primera vez en que se alude al interés científico de Doñana. Acaban preguntándose algo así como si ‘no cabría la posibilidad de respetar siquiera un rincón salvaje de este mundo’. O sea, que ya ellos ese mismo año y en la primera visita, dicen que lo que más les ha impresionado es la belleza, desde luego, pero también les ha sugerido una trascendencia que va más allá de la propia Doñana.

--Mauricio González Gordon es clave, alguien de clase alta pero no cazador.

--La familia González Gordon siempre la he considerado extraordinariamente generosa y abierta. Lo más llamativo es su generosidad, porque dirían, ‘seguramente esto va contra mis propios intereses familiares, pero voy a ayudar que se conserve porque es importante’. Yo creo que fue Mauricio el que convenció, primero a su padre, y luego a su hermano Jaime. Pero te aclaro, Mauricio sí que fue un buen cazador.

--Aunque a la vez que colaboran en vender 6.000 ha para la ciencia, venden la playa para urbanizarla.

--Hay que considerarlo en la época. Los biólogos pensaban entonces que se podía acotar una parcela, reservarla, y que se iba a conservar. No eran plenamente conscientes de la necesidad de conservar grandes espacios, de lo negativo que ocurría fuera pero influía dentro. Con lo cual podías vender una finca para reserva y otra para turismo porque se entendía que unos cuantos kilómetros de arenales eran barrera suficiente. Por otro lado, la decisión de vender la que sería reserva científica fue básicamente del marqués del Mérito (José María López de Carrizosa), uno de los 3 socios. Noguera y González Gordon ponían poquito, era para definir mejor los limites. La decisión importante fue la de Mérito, que vendía todo lo suyo.Yo oí contar a alguien, quizás al mismo Valverde, que la playa estaba ocupada ya por los choceros, la gente que iba a pasar el verano en las chozas, y que pensaron que vendiendo la playa se acabarían las chozas, se cambiarían por unos habitáculos más dignos, y que la cosa salió mal porque habían hecho hoteles en Matalascañas y las chozas siguieron, sólo que un poco más adentro.

--¿En Europa hubo más interés por Doñana que dentro de la propia España?

--Sin duda ninguna el interés por Doñana era mucho más importante en Europa que en España. En España apenas lo valorábamos y en Europa en cambio la lucha por Doñana coincide con otras campañas como “Serengueti no debe morir”. Serengueti y Doñana son historias paralelas. En los países cultos se conocía mejor a Doñana que en la misma España.

--¿Cómo convence Valverde a los tres dueños para que vendan?

--Valverde quería a toda costa comprar una finca en Doñana, lo que llamaban preservar al menos un pequeño rincón de esta naturaleza salvaje. Empiezan  a reunir dinero, convencen a los europeos, crean WWF y van a comprar Las Nuevas, incluso apalabran la compra. Pero aparece Leo Biaggi en el último momento que ofrece más dinero y se queda con Las Nuevas. La historia a partir de ahí da toda la impresión de que, no solo el marqués del Mérito, sino también Leo Biaggi se quedan con mala conciencia. Los dos se vuelven como más conservacionistas. Se hacen cercanos a Valverde, me da la impresión de que el discurso del Valverde conservacionista caló principalmente en el marqués del Mérito, que deseaba vender con la condición inexcusable de que aquello se convirtiera en reserva. Parecía un hombre muy convencido de que aquello se debía preservar como estaba. De alguna manera, Valverde los encandiló.

--Gestionar aquella finca cuando se inicia la Reserva en 1964 tuvo que ser tremendo.

--En los tiempos primeros de la Estación Biológica apenas se hizo investigación en Doñana. Valverde se dedicó a ordenar, a organizar. Tenía un grupo de guardas uniformados, valló los limites, consiguió dinero del CSIC, y empezó a recibir gente que había aportado dinero para Doñana, y decía ‘ya que se ha conservado, quiero ir a verlo’. Y esto obligo a montar un pequeño hotel, si se puede llamar así, en el palacio de Doñana, con cocineras, servicio de habitaciones… El primer biólogo que vivió en Doñana de forma permanente fui yo, obligado por Valverde, porque los visitantes decían ‘¿y los científicos, donde están?’, y no había ninguno. Cuando le dije a Valverde que quería hacer el doctorado en la Estación Biológica, me dijo: ‘apruebo la solicitud con una condición: que tienes que vivir en Doñana’. Yo dije, pues estupendo, y allí me fui en el 72, cuando no había electricidad, ni teléfono, ni manera de comunicarse.

--¿Con qué medios se trabajaba?

--Hacía un frio horroroso, y se metían conmigo diciendo que en Valladolid haría más frío, pero les contestaba que en Valladolid es humano: hace calor dentro de casa, y frío fuera; aquí es al revés, tenía que salir del laboratorio a tomar el sol para calentarme porque dentro me moría de frío. Teníamos caballos, el tractor y el Land Rover no los utilizábamos nunca. Teníamos mucho más tiempo y mucha más ignorancia de la que tienen los doctorandos de hoy… La prisa por investigar, por publicar y por acabar la tesis, la presión profesional actual hacia los jóvenes, no existía.

--Los primeros biólogos haríais cosas extravagantes, si no irritantes, para los lugareños.

--La  irrupción de los biólogos en Doñana es apasionante y daría para tesis doctorales sociológicas. No es sólo que llegasen los biólogos, sino que con ellos llega el exterior, el mundo de fuera. Con Valverde menos, porque accedió como un propietario, el dueño de la finca, y los guardas le obedecían casi firmes, como órdenes militares. Una canción que cantaban en El Rocío era sobre Valverde:

fuí a coger un nido

fuí a coger un nido

me ha visto el director

y me he arrepentido

Ese era Valverde, no les iba a convencer de que no cogieran el nido, era que los echaba, o que les abría un expediente.

--¿Y con los guardas, qué?

--Llegamos unos chavales muy jovencillos, ignorantes, no conocíamos el medio, ni el ambiente, y en poco tiempo se van dando cuenta de que mandamos un poco. Un guarda llego a decir delante de mi mujer y de mí, ‘hombre allí hay poco señorío, con deciros que estos son de los principales’, y nos señalaba. Teníamos veintitantos años y una pinta de pasmarotes horrorosa. El cambio de España, el cambio de la ciencia, el cambio de  la sociedad, se ha manifestado en Doñana de una forma muy llamativa. Una vez, siendo yo director, reunimos a los guardas para llamarles la atención por algo que no me había gustado. Y cuando yo decía esto no se puede hacer así, uno de ellos, de los jóvenes, muy sorprendido y exaltado, dijo a los demás: ‘mirad lo que os digo, o mucho me equivoco o aquí acabarán mandando los biólogos’. Y a mí no pudo menos que darme la risa, porque llevábamos 20 años mandando los biólogos.

Antonio Chico, el guarda de los González Gordon, decía con su bonhomía habitual: ‘si yo comprendo a los pobres biólogos, porque de algo tienen que vivir, pero molestan mucho en el campo, enredan, están metidos por todas partes’. Hay cosas sorprendentes que cuesta interpretar. Yo me casé con 26 años con una chica que todavía estudiaba; pero al casarme, los que me tuteaban empezaron a llamarme de usted. Y a Isabel, con 22 años y minifalda, empezaron a llamarle la señora.

--Los dos ‘ogros’, el agrario y el forestal, fueron Gaspar de la Lama y Grande Covián.

--Las 2 vocaciones en Doñana, aparte del turismo y la conservación, que fueron posteriores, eran la forestal y la agronómica. El ingeniero de Montes Gaspar de la Lama tenía un carácter más fuerte y convicciones muy firmes. La única vez que lo vi protestaba con muchas voces de que en la Escuela le habían enseñado que las dunas había que fijarlas, había que plantarlas, y Valverde le contestaba con términos parecidos. Grande Covián  era un hombre sensato. Tuve un primer enfrentamiento con él y yo creo, ahora que soy mayor, que él tenía razón. Me mandó Valverde a un debate en TVE en el que Grande Covián, un  señor hecho y derecho, iba a defender la transformación de la marisma para crear puestos de trabajo; y yo, un chavalillo, iba a defender las bellezas de Doñana, que no se debían alterar. Y el pobre Covián se desesperaba y decía ‘usted en nombre de quién habla, porque yo hablo en nombre del ministro de Agricultura’, y yo decía, ‘soy un becario’, con lo cual tuve  más éxito todavía, todo el mundo me felicitaba porque era como la lucha de David y Goliat.

Tan apasionado como era Valverde por conservar aquello, lo era él por desecar un lugar insalubre y transformarlo en una zona de cultivo. No ganó Covián por… pasó rozando el poste el balón, si hubiera empezado unos años antes seguramente hubiera sido muy difícilrescatar Doñana después.

--¿Cuál fue el gran valor como científico de Valverde?

--Era genial, y con genial quiero decir el único genio que yo he conocido. Tenía ideas maravillosas, espectaculares, se le ocurrían cosas que no se le habían ocurrido a nadie, algunas brillantísimas y otras banales. Fue una inspiración enorme para muchos de nosotros. Desgraciadamente, no tuvo el tiempo y la dedicación necesarios para sacarles punta a muchas de sus ideas, pues la conservación le exigió casi todo su esfuerzo.

(Más información y fotos en www.donana50.es)

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