El Loco de la salina

El analfabeto

La palabra analfabeto, cuya terminación es igual que la de cateto, tiene hoy un sentido despectivo y va dirigida a todo el que no quiere saber nada de lecturas.

Publicado: 22/04/2019 ·
01:01
· Actualizado: 22/04/2019 · 01:02
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Un analfabeto, por decirlo pronto y ligero, es el que no tiene en su coco ni alfa, ni beta, que así se llaman las dos primeras letras del abecedario griego; es decir, el que no sabe leer. Lo que pasa es que, aunque queda ya muy poca gente que no sepa leer, sin embargo esto está plagado de analfabetos. Porque cada vez se amplía más el horizonte, y analfabeto ya no es solamente el que no sabe leer, sino que también es el que no sale del Marca en el mejor de los casos. Algunos no recuerdan haber leído un libro en su vida, aunque tengan unos pocos en el mueble bar porque quedan muy monos y aparentes. Ya sabemos que el Quijote se volvió loco no solo por no dormir, sino también por tirarse días y noches enteras leyendo como un loco (nunca mejor dicho), pero ese no es el caso de la mayoría de cuerdos que andan por ahí fuera. Incluso la mayoría de los que están aquí dentro no lo está por leer, sino por todo lo contrario.

La palabra analfabeto, cuya terminación es igual que la de cateto, tiene hoy un sentido despectivo y va dirigida a todo el que no quiere saber nada de lecturas ni de escrituras, aunque haya tenido la suerte de que un día, ya hace tiempo, un maestro, con más paciencia que el entrenador del Real Madrid, le abrió las células grises y le enseñó a leer. Aquí en el manicomio todos los locos leen algo, aunque pongan el libro al revés, pero la intención es lo que vale.

Mañana, martes 23 de abril, se celebra el Día del libro, como todos los años, porque aproximadamente en esa fecha y en el mismo año de 1616 murieron dos grandes monstruos de la literatura universal: Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare. Estoy seguro de que, si en esa época hubiera existido el móvil, ninguno de los dos hubiera escrito cuatro líneas seguidas y nos hubiéramos perdido sus grandes obras. Desde la misma tapia del manicomio observo la gente que pasa y no hay ni uno que no vaya atento al móvil, sobre todo los jóvenes, por lo que el futuro que les espera es demoledor. Un libro tiene cosas que no tiene una pantallita. Para empezar te cuenta aventuras impresionantes pero con su propia voz.

Cuando lo tienes en tus manos, lo puedes parar, repasar y darle marcha atrás. No hay que recargarlo ni estar pendiente para adivinar dónde se pone el cargador. No lleva cables ni depende de la electricidad. Con un libro y un poco de imaginación se puede volar, viajar, cambiar la realidad, retroceder en el tiempo, adelantarse al futuro… También se le puede poner a cualquier personaje la cara que uno quiera. El libro es un buen compañero de viaje que, si se te cae, no se rompe, ni hay que llevarlo al chino para que te lo arregle. Cuando llega un dictador es el primero en pasar por las llamas, porque parece que tiene un peligro extraordinario. Llegó a existir el Índice de libros prohibidos en una época en la que se perseguía a quien tuviera en su casa uno de esos libros malditos. Hoy no hay que perseguir a nadie, porque muy pocos leen.

En definitiva, que, como yo me entere de que usted no lee, vamos a terminar mal. Cualquier día me voy a tirar a la calle para preguntar por todo el que no lea para darle con un ladrillo en la cabeza a ver si se la abro y le entran las ideas.

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