Arcos de la Frontera pasa por ser “uno de los pueblos más bonitos de España”. Su estampa es de sobra conocida, gracias a la Peña y la silueta coronada por el castillo, Santa María y San Pedro. Su conjunto histórico es, asimismo, de visita obligada. Puede que usted lo conozca, que haya paseado por sus intrincadas calles, incluso puede que haya descubierto algunos rincones rendido al asombro continuo.
Su disposición lo ha convertido en escenario natural para celebraciones como el Belén Viviente, en el que se convierte en la antigua Belén de Judea sin forzar en exceso la ambientación; pero si hay un momento del año en el que adquiere una significación distinta e incomparable es con la llegada de la Semana Santa, lo que convierte a la ciudad en parada obligada para el visitante, ya que al atractivo turístico y cultural de sus calles y monumentos, hay que añadir el de la riqueza artística de las imágenes que procesionan a diario y la extraordinaria belleza que desprenden muchos de sus rincones a causa de la enorme dificultad con la que avanzan los pasos por su estrechas y empinadas vías.
A simples rasgos, la Semana Santa de Arcos cuenta con diez salidas procesionales entre el Domingo de Ramos y el Viernes Santo, y nueve de ellas lo hacen por el corazón del casco antiguo. No pierdan sitio en rincones como los de la calle Nueva, Escribanos, Botica, Callejón de las Monjas, Plaza del Cananeo, Socorro, Cadenas... todas muy próximas entre sí, y todas como dispuestas para encoger el corazón del espectador ante las revirás de cada paso o los escasos centímetros de distancia entre los varales de un palio y las paredes de piedra de sus calles.
Algunas de sus hermandades cuentan ya con más de tres y cuatro siglos de historia, caso de las cofradías de San Antonio, la Vera Cruz -cuya talla es obra del escultor Antón Vázquez y data de 1.545-, el Nazareno -obra de Jaime Velardi (1.600)- o el Dulce Nombre, en la que procesiona la imagen de un Niño Jesús, traído de Roma en 1.688, y al que los más pequeños guardan una gran veneración.
También, entre sus peculiaridades, podrán encontrar en algunos de sus cortejos a los tradicionales Armaos, adaptación popular de la guardia romana macarena de Sevilla, que escolta a Jesús con sus peculiares atuendos y desfiles coreografiados.
A diferencia de otras ciudades, las salidas procesionales tienen lugar con la caída de la tarde, por lo que el visitante tiene el resto del día para seguir disfrutando de una ciudad, de un pueblo, que se transforma y convierte en algo único, singular e imprescindible durante la Semana de Pasión, y en una oportunidad para perderse por sus calles con el único afán de perseguir el asombro que asoma en cualquier esquina precedido del aroma a incienso.
Cultura, gastronomía, el Lago... y la Sierra
Arcos de la Frontera hace las veces de puerta de entrada a la Sierra de Cádiz, dentro de la Ruta de los Pueblos Blancos. La Basílica Menor de Santa María, la iglesia de San Pedro y el balcón de la Peña (ambos en la imagen), son de visita obligada, dentro de un casco antiguo que cuenta con una variada oferta gastronómica, que hay que sumar a la de la repostería de la ciudad, que en esta época cuenta como señal distintiva con su bollo de Semana Santa. Además, de sus atractivos en su zona monumental, Arcos cuenta con un Lago en el que se pueden practicar deportes náuticos, así como realizar avistamientos de aves en el paraje de la cola del embalse. Además, su proximidad a otras poblaciones de la Sierra la convierten en una ubicación perfecta para estas fechas.
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