Andalucía libre, extensa, también en sentires convexos, a veces con mucho ruido pero silenciada. Sea Almería, Cádiz, Córdoba, Sevilla, Málaga, Granada o Huelva. ¿Dónde fue a parar ese latido andaluz, tu voz amarga? Tremendamente envidiada con tu paso en el desliz innato de la alegría a la pena, contrapuntos que estiran conocimientos y prontitudes, emigración sin asperezas, paso del tiempo lento como sabio, lejano de aceleramientos. “Mi amo”, frase que todavía se oye en nuestra tierra, en sostenidas y añejas fincas y en casas señoriales, como si el tiempo se hubiese detenido. Luz inmensa dentro de ese tiempo como escribió Juan Ramón en su Moguer universal, para ser frontera de mundos con tu inigualable acento de enriquecedores vocablos que sorprenden a propios y extraños. Andalucía la baja en la totalidad del sur, con tanto y con tan poco, haciendo en cada acontecer más gigante su filosofía de vida, como el aire en el baile flamenco, viento de arte en sincronizado y musical taconeo, contorsiones y movimientos de todo el cuerpo. Andalucía la grande con casi todo, y con lo principal, humildad sucedánea. ¡Ay!, tu latido cuando despiertes del todo, mi niña, te llames Carmen, Macarena, Cinta o tal vez Esperanza en todos tus horizontes. Si, Esperanza donde todo andaluz español tiene puesto sus ojos como destino en ese despertar deseado niña del Alba. Puertos que crecen y agrandan su laboriosidad, industrias, Andévalo con la mayoría de minas paradas. Naturaleza oxigenante, Mar, fauna y playas, serranías en montañas, ganada en sudores interminables. Andalucía de luz como se conoce en Suecia, que pude comprobar con mi tocayo Juan, desde lejana tierra. Sí, de mucha luz para elegir hasta llevarla a todas partes en lo más hondo de las retinas o con cualquier manera técnica. Luz única acá en nuestro nacer o alumbramiento que mejor suena, pero también insoslayable luz de nuestro nacido como finado en esa otra luz que nos reclama. Andalucía lo es todo en sus diferentes puestas, atracción ancestral, filosofía pura que embelesa y enseña viva, salinera y altiva, empinada y llana, moruna y clara, todo un compendio de cultura a la que nunca le encuentro su porque ni tampoco esa omitida respuesta.
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