Había ganas de comprobar si la manifestación histórica del 8M de 2018 (alimentada por el movimiento #MeToo y la sentencia contra La Manada) tendría segunda parte doce meses después. Pies de puntillas, búsquedas en las redes sociales con los últimos comentarios y movimientos, móviles en alto intentando captar la masa… Finalmente, 50.000 personas, según los datos facilitados por la Subdelegación del Gobierno central en Sevilla (130.000, según el cálculo del Ayuntamiento de Sevilla, que el año pasado cifró en 100.000), abarrotaron el recorrido desde el Altozano a la Plaza Nueva. A las 21.00 de la noche hacían entrada en la Plaza del Ayuntamiento las primeras pancartas de la manifestación por el Día Internacional de la Mujer convocada en Sevilla. Diez minutos más tarde, los últimos manifestantes abandonaban Triana.
Ni más ni menos. Queremos igualdad“Luego diréis que somos cinco o seis”, gritaban los manifestantes. Ni cinco ni seis. Han sido miles las voces que, con distintos lemas, con diferentes edades, de diferentes estratos sociales y con sensibilidades muy dispares, han coincidido en un único grito: igualdad. Igualdad y unidad. Esa misma unidad que ha saltado por los aires en el espacio político y que los manifestantes han reclamado conscientes de que sólo con ella se construye la equiparación entre hombres y mujeres.
El termómetro del feminismo tenía hoy en Sevilla, en Andalucía, una prueba de fuego. Ha sido en Andalucía, en las últimas elecciones del pasado 2 de diciembre, donde han irrumpido con mucha fuerza partidos que se muestran claramente contrarios a las políticas y leyes de igualdad. La respuesta en las calles, más allá de la guerra tradicional de cifras, ha dejado claro que la sociedad reclama que no se den ni pasos en falso ni pasos a atrás.
“Ni más, ni menos. Queremos igualdad”. Dos jóvenes –chico y chica-portaban una pancarta rodeados de amigos gritando “que no, que no, que no tenemos miedo”. Dos ancianos pasean cogidos del brazo por la Avenida de la Constitución, a la altura del Archivo de Indias. “¿Qué están cantando?”, le pregunta a su marido. “No sé… Algo de peras y manzanas…” “Ah, bueno. Está divertido”, sonríe la mujer.
Norberto ha venido a la manifestación con su mujer, Sara, “por sentido común”. “Veo hoy a muchos hombres aquí. Es que es lo que tenemos que hacer”.
“¡Sonrisa, que no se puede andar!”, saluda Francisco Casero, actualmente presidente de la Fundación Savia y un histórico de mil batallas con un denominador común: la bandera de la igualdad. Y si de banderas se trata, a las tradicionales republicanas se le han unido la de Andalucía y la de España. Sin complejos.
¿Un éxito? ¿Más o menos gente? El 8M de 2019 despeja las dudas que pudiera haber. Son muchas las voces que coinciden en una misma reclamación: igualdad.
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