La responsabilidad política debe de ir de la mano de las cuentas públicas, aquellas que deben ser empleadas para sufragar los gastos de todos y no en una pequeña parte.
La ayuda pública mal empleada es nefasta para cualquier sociedad que se precie porque abre una brecha y dos bandos, en vez de solucionar torpedea y dificulta a los que sí necesitan de ésta y se queden en el limbo.
Eso es lo que le viene ocurriendo en la empresa pública de viviendas Suvipuerto. Un ente que a día de hoy no justifica su ser y que perjudica más que beneficia. Me explico. Una vivienda municipal -no confundir con social- debe acoger a familias que necesiten de una atención temporal y el Ayuntamiento está obligado con sus mecanismos de sustentar y socorrerlos en la medida de sus posibilidades.
Hasta ahí llega la responsabilidad y obligación municipal. Cuando la empresa es incapaz de filtrar quién o quiénes son los acreedores de tener esta vivienda, la cuestión ya se les escapa de las manos por ineficaz e injusta. Si a esto le añadimos que el que accede a una vivienda de Suvipuerto ya la disfruta por siempre y pasando de generación en generación, queriendo o sin querer, estamos retroalimentando un problema sistemático y congénito que la ciudad -su Ayuntamiento, nosotros- no puede asumir.
No es muy popular poner coto a actuaciones de este tipo, pero hablar de “temeridad” cuando nadie paga los alquileres, sí que es una irresponsabilidad por lo que sí nos cuesta al resto de los mortales. Responsables.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es