Pero ello no ocurre porque los españoles corrientes, modestos, trabajadores, sean más avaros, más susceptibles, más egoístas o más rácanos que los ingleses, los suizos o los alemanes corrientes, que se ofuscan menos cuando Hacienda les pide, les requisa más bien, un poco más, sino porque los españoles corrientes, los que se instruyen en los centros públicos de enseñanza, los que tratan de mejorar de sus insanias en el Seguro, los que utilizan los transportes colectivos y los que, en fin, viven a la intemperie sin el techo protector del dinero, son, en efecto, robados sistemática y despiadadamente por sus gobiernos. Esa triste realidad se establece entre el dineral que le sacan en impuestos directos e indirectos, y los paupérrimos, miserables, servicios que a cambio recibe.
Ahora, el Gobierno que gastó hace unos meses miles de millones del común para que los bancos siguieran obteniendo sus enormes beneficios de siempre, si no más, tratan de convencer a los pobres y a los mediopensionistas para que arrimen el hombro ante la crisis y se dejen desplumar otro poco. Con semejante argumentario de lo único que las víctimas quedan convencidas es de pertenecer a un país donde las ideologías se igualan a la altura de sus bolsillos.
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