Va para casi veintidós años cuando en Bilbao se inauguró el museo Guggenheim, en una ciudad oscura y gris, acomplejada por su pasado industrial y con muchas incertidumbres acerca de su futuro. Una inversión de 100 millones de euros, que fue fruto del acuerdo entre el Gobierno Vasco y la Diputación Foral, apoyado por el partido socialista en el Parlamento Vasco.
Con una estructura curvilínea, y unas dimensiones espectaculares, no dejó a nadie indiferente. Cambió un espacio gris en un entorno ornamental disfrutable por todos, y una ciudad que nunca había recibido al turismo, se convirtió en un destino atractivo para más de un millón de visitantes.
Yo he tenido la suerte de visitarlo en varias ocasiones, y de paso conocer la ciudad, que durante estos años se ha remozado y ha sacado brillo a sus monumentos, tradiciones, e infraestructuras. Hace un par de meses la ciudad fue galardonada como “Mejor Ciudad Europea 2018” en Londres por la organización internacional "The Academy of Urbanism".
No cabe duda que siento envidia sana (alguien que no recuerdo bien, me dijo que ese tipo de envidia no existe) por aquella idea, proyecto, ejecución, y obviamente por sus resultados. Son iconos que se convierten en atractivos permanentes para una región, y que está claro que, por nuestros lares, aún no se entienden.
Quizás económicamente se vea inviable para nuestra economía regional o provincial abarcar un proyecto de este tipo, algo que sería cuestionable, ya que actualmente, sólo el Guggenheim aporta 472 millones de euros al PIB (cifra del ejercicio 2018).
Aun así, nuestra provincia tiene grandes atractivos turísticos, que nos puede hacer pensar que quizás no hagan falta iconos de este tipo, solo es necesario que sepamos venderlos adecuadamente, algo que espero que poco a poco lo hagamos.
Y en cuanto a museos, mejor nos estamos quietos. Nuestro museo íbero ha costado la cifra de 27 millones de euros, y hasta 2021, no estará completo. En el museo Guggenheim se cerró la colección permanente antes de iniciar el proyecto. Al menos, en 2018 recibió 73.000 visitas, unas 200 personas al día, con un contenido ínfimo aún.
Siendo la capital mundial del aceite de oliva, según los últimos datos que he conseguido obtener, nuestro museo Terra Oleum (no sé si sabéis que existe un impresionante museo del aceite de oliva en nuestra provincia), recibe 12 visitas diarias de media, es decir un autobús, cada 4 días; por importe de entradas: 60 euros de ventas al día, 20.000 euros al año.
Algo estamos haciendo mal.