Entre las ramas del viejo árbol

Publicado: 12/12/2018
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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José Antonio Sáez, almeriense del 57, profesor y crítico, tiene ya en su haber una decena de poemarios
En su discurso de agradecimiento tras la concesión del Premio Nobel, Gabriel García Márquez confesó que para él la poesía significaba “la energía secreta de la vida cotidiana” y que era la única fuerza capaz de “copiar el amor y repetir su imagen en los espejos”. Al cabo, el autor colombiano se sabía tutelado por esa fuerza telúrica e intemporal que concreta la existencia del ser humano a través de los versos.Ese testimonio de sagrada reverberación, de devota perdurabilidad, ha vuelto a mi memoria tras la lectura de “En la otra ladera” (CATORCEBIS, 2018) de José Antonio Sáez.

Este almeriense del 57, profesor y crítico, tiene ya en su haber una decena de poemarios. En esta ocasión, se ha valido de la prosa para dar a la luz cuarenta y ocho poemas de honda condición, donde el sentimiento de lo espiritual y la meditada expresividad vehiculan un discurso pleno de intuición. “Llamo a la inocencia y llamo a las palabras perdidas en la noche del tiempo, como agujas bordeando el umbral del abismo (…) Llamo a la lluvia y a tu melancolía. Y llamo también a los silencios”.

La indagación de la realidad genera una perspectiva cuya dialéctica desemboca en un proceso tensivo.La afirmación existencial ratifica la frontera ente la mística y la concreción gozosa o desdichada de cada vivencia.El lenguaje del poeta certifica un despojamiento que induce a la esencialidad y representa la culminación de una voz depurada: “Decidme: Dónde ahora que echamos las cortinas y se va poblando de heridas incurables el escenario dolorido de un mundo que agoniza. Para vivir, basta un principio con que echarse al camino y un final tan digno como cerrar los párpados”.

El desierto de la incertidumbre diversifica su dimensióny se enfoca sobre ámbitos que rozan la Naturaleza, el Amor, el Destino… Y todo ello, desde la mirada más inocente que habita en el yo y frente a la más absoluta soledad que limita con el desconsuelo. Porque el latente impulso de José Antonio Sáez dirime su equilibrio juntoal pragmatismo y la hermosura, junto a la fragmentación y la pluralidad, junto a la intimidad y la otredad: “Tú eres el alba y también la aurora. Y eres el alfa y la omega, el aleph y el tav, que simboliza la perfección y la verdad. Yo soy el ocaso y los pájaros azules que van buscando refugio entre las ramas del viejo árbol centenario, aquel que se pudre lentamente ante el acoso de la carcoma”.

     El vate andaluz rechaza la consecución de aquellos ideales soñados que son un simple objetivo preestablecido. Sin el esfuerzo y la constancia que demanda la búsqueda de la luz primigenia y mirífica, no será posible alcanzar la meta de lo absoluto. No en vano, nada queda en manos del azar cuando se trata de dirimir la trascendencia de todo aquello que proviene del alma.

El fulgor de la conciencia, en suma, la celebración de la vida sin el tiznado de la muerte, resultan fundamentales a lo largo de estas páginas de honesta pureza: “Pues llegué sin nada, me iré desnudo, como los hijos de la mar. Alada la mano que cierre la ventana de mis párpados”.

 

 

 

 

 

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