A una semana de que termine la
campaña electoral, habrá que suponer que los partidos guardan su arsenal más poderoso para el final. Hasta ahora ha sido una
campaña a medio gas. Todos han estado comedidos y prudentes. Como si tuvieran mucho que perder y poco que ganar.
La presidenta y candidata socialista,
Susana Díaz, sabe que ganar en las encuestas no es suficiente. Lo sufrió en carnes propias cuando disputaba a
Pedro Sánchez la secretaría general del PSOE, por la que estuvo dispuesta incluso a dejar atrás su tierra. Ahora pide más Andalucía. Pero más por menos es menos.
Su campaña se resume en un
grito desesperado. "¡Que viene el bloqueo!", clama Díaz. No ha mostrado proyectos novedosos, tan sólo algunas promesas electorales, como la de bajar 9 puntos la tasa de paro (¿y por qué no 10?) o la gratuidad de los libros de texto para niños de entre 3 y 6 años, que no cambian las políticas desarrolladas en Andalucía, con el
paro más alto de España y la mayor tasa de
abandono escolar temprano.
Díaz ganó en 2015 con los peores resultados cosechados por el PSOE en Andalucía. Ahora podría pasar a los anales como la primera socialista que no consiguió mantener el
Gobierno de la Junta, si las encuestas fallan (en las primarias fallaron) y PP y Cs suman 55 parlamentarios.
La única que podría ayudarle en su afán es
Teresa Rodríguez, la candidata de Adelante Andalucía. Pero tampoco se fía de ella. La factura que la roteña le puede pasar por garantizar la tan ansiada estabilidad será, a buen seguro, mucho más elevada que la que ha exigido Ciudadanos en estos tres años y medio.
Diferentes estrategias
Si Díaz juega a defender su cada vez más reducido bastión no cometiendo errores, los
candidatos de la derecha apuestan sólo por ser segundos. El de Cs,
Juan Marín, el hombre tranquilo de esta última legislatura, se está mostrando en la campaña más tenso de lo que era habitual en él. Ciudadanos y su discurso único en toda España ha sido su principal argumento… y ahora, cuando toca hablar de Andalucía y no de Cataluña, es un hándicap.
Además, ha elegido como rival al que tiene que ser su socio, si los números salen y se ponen de acuerdo en quién tiene que ser vicepresidente de quién. Disputa los votos a
Juanma Moreno, el candidato del PP, sabiendo que al final los que obtenga uno le servirán al otro, en vez de buscarlos en los caladeros de
indecisos menos ideologizados.
Tampoco hay novedades en su discurso electoral. Sólo se muestra satisfecho con el papel que ha desempeñado como
socio del Gobierno en la oposición y eso es lo que vende: "No lo prometo, ya lo hemos hecho", es su mensaje.
Al candidato del PP, Juanma Moreno, le pasa lo mismo que al de Cs. Y mientras le disputa los votos a Marín, un puñado de ellos se le va por un sumidero que termina en
Vox. Moreno ha intentado colar en el debate algunas promesas: una bajada masiva de impuestos a la que le puso siglas (BMI), suprimir la subasta de medicamentos, la educación gratuita de 0 a 3 años o sus ya famosos 600.000 empleos.
Pero le pesa demasiado la
corrupción en su partido, y sin embargo no consigue hacer mella en Susana Díaz con la corrupción,
a pesar de los ERE, la Faffe, la formación...
Por último, Teresa Rodríguez ha optado por
rebajar el tono de su discurso contra Díaz. No la tolera. Pero sabe que necesita a los que hasta ahora han sido sus votantes.
Su mensaje no es para los convencidos, que a ésos ya los tiene. Sino para quienes hace poco no pensaban votarla. Y quizá no le esté saliendo mal.