'West Side Story’ se estrenó en 1957 en Broadway y ahora llega por primera vez a España, al teatro Calderón de Madrid, con su aureola de musical clásico, pero sobre todo, con la música de Leonard Bernstein, aquel compositor de genio desmedido del que ahora se celebra el centenario de su nacimiento. Esta versión de ‘West Side Story’ emociona. Y presenta alguno de los temas que han cruzado el tiempo, que algún día se escindieron de este musical, aunque continuaran en él, para adoptar corporeidad en sí mismos, una personalidad propia e independiente. Como ‘América’ o esa ‘María’ que araña dulcemente. Pero detrás de las luces y de la música de este brillante espectáculo se advierte inmediatamente que en su subsuelo habita Shakespeare. Porque los autores de ‘West Side Story’ trasladaron la guerra familiar de Romeo y Julieta y la convirtieron en una guerra de etnias, en la lucha por el poder en las calles de los barrios bajos de Nueva York entre jóvenes puertorriqueños y neoyorkinos de mucho tiempo libre y nulo futuro. María, puertorriqueña, y Toni, norteamericano, se topan con un amor inesperado, rápido y sorprendente, un amor imposible, como el de Romeo y Julieta, que ambos deciden vivir intensamente en el filo de la navaja aunque pueda terminar cubierto de sangre. Todo es posible en América -como compuso Bernstein-. O no.
‘West Side Story’ es un musical que no se desenvuelve por el ámbito de lo superficial, de la epidermis, como está ocurriendo con tantos otros, sino que está lleno de contenido, de sensaciones, de vida, y de muerte. De amor y odio. Es una tragedia con música, o música con tragedia, como se prefiera, de modo que no es ya sólo un clásico en sí mismo, sino que conecta directamente con los clásicos. El paso del tiempo no ha erosionado su argumento, al contrario, se trata de un espectáculo con mucha actualidad dentro, porque la sociedad ha conocido inmensos avances tecnológicos, pero los sentimientos del ser humano son ahora los mismos que en tiempos de los griegos.
Y Leonard Bernstein. Imprimió a su vida una velocidad de vértigo y abandonó, ya mayor, a su mujer, Felicia, para irse con un hombre, aunque acudió inmediatamente a cuidarla cuando ella enfermó de un mal incurable. Felicia, con la enfermedad muy avanzada, dijo un día a Bernstein: “Morirás solo como una maricona vieja y amargada”. Bernstein murió efectivamente solo. Pero su música nos ha acompañado y nos acompaña continuamente.
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