No se lo merece. El presidente del PP andaluz, Juan Manuel o Juanma Moreno -como prefiere que le llamen-, no se lo merece. Después de cinco años demostrando un talante moderado, alejado de estridencias identitarias, impostaciones ideológicas o exabruptos maleducados, en solo quince días, desde la convocatoria de las elecciones el 2 de diciembre, la nueva dirección nacional del Partido Popular ha endurecido sobremanera su mensaje y sus formascon respecto a Andalucía.
No es justo que en dos semanas le hayan diseñado la campaña que no quería. Tanto que elfuego amigo está minando su autoridad y el mando en plaza que le discutían soterradamente los más críticos de su partido en Andalucía. Cuesta meterse en el papel de Moreno, quien ya tenía una ardua tarea al enfrentarse al reto de gobernar Andalucía con las encuestas en contra, Ciudadanos disputándole la supremacía del centro derecha y la irrupción peligrosísima de Vox –no solo para el PP, sino para toda la sociedad-; con un partido dividido en varias provincias, y con la fecha de caducidad que se autoimpuso al decir si no llegaba a San Telmo en dos elecciones no lo lograría en más citas con las urnas.
Si su tarea era ya de por sí titánica, en unos pocos días, el presidente nacional del PP, Pablo Casado, le ha incrementado el desnivel del puerto de montaña que tenía que coronar. Le ha impuesto como números 1 a los fieles que le apoyaron en las primarias en detrimento de los más estrechos colaboradores de Moreno; le ha montado una caravana alternativa para la campaña, y le ha desautorizado con el ‘caso Tejerina’ al apoyar a la ex ministra después de que Moreno dijera que no compartía sus palabras ofensivas sobre la formación y capacidad de los niños andaluces.
A todo ello, sumamos exageraciones grotescas y ruines de Casado y los suyos, como que “la Junta ha gastado 1.000 millones de euros de ayudas públicas en cocaína, putas, mariscadas y juergas” o que “gasta más en prostitución que en educación”; comparaciones surrealistas como equiparar las libertades en Andalucía con las de la Cuba castrista, y el mensaje cansino de la “anomalía democrática” porque no haya alternancia política. En definitiva, el sustituto de Rajoy le ha enseñado a Moreno el camino que debe recorrer en adelante: bajar al lodazal, muy lejos de sus deseos y su perfil. Ante tamaña intromisión, ya podría dar el candidato popular un puñetazo en la mesa y esgrimir que fue reelegido presidente del PP andaluz -con el respaldo de un 95,4 % de la militancia- para reclamar algo de respeto. No sé si lo intentará, pero parece ya tarde.
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