Las zapatillas en casa

Una enfermedad que se cura envenenando al cuerpo nunca podrá dar más alegría que la de exterminarla como a las alimañas.  

Publicado: 16/09/2018 ·
12:41
· Actualizado: 17/09/2018 · 10:26
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Cuando no está es porque se ha ido. Estás obligada a entenderlo. Y lo entiendes.  A fuerza de dolor, pero lo entiendes. Pero cuando hay avances en la investigación o alguien logra sobrevivir, no es que no te alegres es que te duele aún más la ausencia. Una cría de 15 años lo ha logrado, pero no mi amiga del corrillo. Esta última deja un crío de 13 y una niña de 15 como la que se ha salvado. No es que te amargura el dulce, es que nunca llevó azúcar. Una enfermedad que se cura envenenando al cuerpo nunca podrá dar más alegría que la de exterminarla como a las alimañas.                                                                              

Diagnóstico precoz del cáncer.

 El dolor parece que se atenúa porque el tiempo hace pasar las hojas del calendario y amanceba estaciones, pero persiste aletargado, oscuro y profundo como el monstruo del lago Ness. Espera a que alguien se salve o se haga público un avance médico en las noticias para partirte el alma, dejándote tirada, miserable como la muñeca rota en que te convertiste. Las zapatillas ya no están en casa porque los pies que las calzaban no sobrevivieron a la última batalla. No es que te dé rabia que otros lo consiguieran, sólo que no lo hiciera él. No es que los avances no sean gloria en tus oídos, sino que llegaron tarde para ofrecerle una esperanza. Pies fríos clavados en tu alma, dañina grieta que no cierra porque el dolor duele sin consideración alguna a hojas de calendario o estaciones almacenadas con el tiempo. Una niña de 15 se ha salvado y su padre está radiante de felicidad porque el amor es ciego y nos entorta e ilumina. Yo también lo estaría, la familia de Lourdes lo estaría, cualquiera lo estaría porque la vida de los que más quieres es lo que más importa.

El viudo de Lourdes- en su funeral- dijo que había descansado y que murió con una sonrisa en los labios, pero no me vale. Porque nada vale cuando estás plegado sobre ti mismo como los Reyes oscuros del” Señor de los anillos”. Nada vale cuando te han arrebatado la fuerza con una espada, clavándotela en mitad de la cara. Lourdes se nos fue en mitad del verano después de pelear tanto con una sonrisa prendida en la cara que la única liberación era la muerte para que dejara atrás tanto sufrimiento. No es que no me dé alegría que otros lo consigan, entiéndanme, he llorado con la victoria de la niña de 15 años, pero sigo penando por los que no tuvieron esa suerte porque conocen mi nombre  y me llaman.

No digan cuando se salvan que lo hicieron porque lucharon a manos llenas. Todos lo hacen, porque de lo que se trata es de vida o muerte. No lo  hagan -por favor- porque otros se quedaron en la cuneta arrebatados por el rayo de la fatalidad, pero nunca por las ganas de salvarse que eran- como las de todos- sobradas.

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