Otra de moscas

Publicado: 12/08/2018
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Son pequeñas y más molestas que las grandes, porque pican como los mosquitos.
Este verano están por todas partes. Son pequeñas y más molestas que las grandes, porque pican como los mosquitos. No se parecen a las de la fruta, tan populares en otros tiempos, revoloteando por los puestos de la plaza de abastos, de una balda a otra, alrededor de las uvas, de las brevas y de  las piezas maduras, como derretidas por el exceso de calor, chorreando almíbar por la piel agrietada y brillante. Es por lo que las fruterías y las tiendas en general han echado mano a las cortinas de vinilo, unas tiras alineadas, solapadas, unidas por arriba, que no hace ruido al recuperar su posición natural, un muro blando y traslúcido que los insectos en general y las moscas en particular no pueden sortear. Inevitablemente rescatamos las cortinas de palillos, aquellas de cilindros de plástico duro con alma de alambre, cuyo roce recordaba vagamente al de los bolillos tal trenzar los hilos sobre el mundillo. 

Y es que todo vuelve, actualizado, modernizado, pero vuelve. En el caso que nos ocupa, tras haberla visto en la puerta de una frutería se visualiza en casa, en el lugar por donde, parece, se cuelan fácilmente las moscas y luego entramos y preguntamos, es decir, empieza la difusión por el tradicional boca a boca para luego echar un vistazo al mayor catálogo existente, buscar la cortina entre un montón, elegirla con más o menos imaginación, cumplimentar el pedido y esperar la entrega.

Con la broma a un lado, la compra resulta cómoda, distraída y un tanto difícil a veces si se olvida un dígito o se salta un casillero. Con las moscas controladas, con los estornudos por el insecticida reduciéndolos al picor del sol, la cortina es un acierto rescatado de la tradición, la que aún se sigue en pueblos como Villamanrique, donde colorean las calles tanto si las mece el viento como si no.

Lástima que no la haya tenido en cuenta el equipo de veinte personas que hace unos días montaba una cadena de fichas de dominó, nada menos que seiscientas mil del tamaño de una uña. Llevaban trabajando alrededor de dos semanas y cuando ya casi tenían la cadena lista, una mosca atraída, quizás, por el calor de los focos se posó sobre una de ellas tirando la ficha que hizo caer a las demás. El impacto fue recibido como un palo en la cabeza de cada uno de los integrantes, emocionalmente hablando. Para la próxima vez seguro que tomarán medidas anti moscas. Si por razones contaminantes se evita el insecticida, a buen seguro se contemplará  la opción cortina. 

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