Urbanistas y arquitectos siempre estamos a vueltas con los cambios que la ciudad experimenta: de la ciudad histórica a la moderna, de la compacta a la dispersa, de la radio-concéntrica a la polinuclear,....Pero apenas hechas las definiciones, poco se ha avanzado en determinar de dónde le vienen a la ciudad sus males y cómo solucionarlos.
La ciudad tiende a crecer de la misma manera que las personas a juntarse. Primero se hicieron algunas casas, después vinieron las calles. En algunas de ellas, las casas se hicieron más altas por lo que no hubo más remedio que separar entre sí las fachadas y ensanchar... Así surgieron las avenidas, más tarde, alamedas, salones y bulevares, y por último la teoría del Ensanche.
Frente a la vida americana,cien veces filmada,nuestra ciudad histórica vive en la aglomeración. Frente a la dolcevita suburbanizada, la ciudad mediterránea se apiña y se compacta. Conviene recordar ahora que la ciudad se concentra gracias al uso de dos máquinas muy poco homenajeadas: la escalera y el ascensor.
Dicen que a partir de la construcción de Central-Park, NuevaYork se lanzó hacia arriba, que las fachadas que lo bordeaban se duplicaron en altura para admirar su color en profundidad. A partir de entonces Manhatan se animó a vivir por encima de los 90 pies y no dejó de subir. Todo eso fue posible gracias al ascensor.
En los altos rascacielos llevan conductor. Si el aparcamiento, es el lugar de la despedida, el ascensor es el lugar del saludo.En el ascenso puede haber tres conversaciones o ninguna. En los grandes edificios, las cabinas llevan oficinistas viajeros. Al abrirse y cerrarse las puertas, el ascensor fábrica mundos distantes entre los habitantes de las distintas plantas, parada a parada, luego al moverse, nos acelera en nuestros pensamientos.
Una película de Meg Ryan, solo sería una comedia más, si no fuera porque en ella un tal Leopold, el inventor del ascensor, se escapó de su tiempo y dejó de un día para otro a toda la ciudad sumida en un caos absoluto, sin sus inventos, colgada de sus edificios.
Nuestra ciudad mediterránea además de un modelo de ciudad, es un modelo de vida. Todo lo que favorezca una buena concentración, la beneficia y protege. En las ciudades inquietas se profundiza hacia abajo solapando bajo sus aceras: aparcamientos, autobuses y trenes; mientras, hacia arriba, se superponen unas ventanas a otras, multiplicando atardeceres.
"Dónde el deseo viaja en ascensores...", cantó Sabina a Madrid. Cuando uno va a una gran ciudad, viaja de la acera al ascensor y del ascensor a la acera. Algo de eso ya adelanta Minority Report con su coche que pasa de la horizontal de la calle a la vertical de las fachadas. El ascensor hizo posible vivir frente a Central Park, el ascensor es Nueva York. Puede que más nos acerquemos a la ciudad del futuro, cuanto más viajemos entre aceras y ascensores
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