Pablo Casado no era el candidato de
Juanma Moreno en el pasado congreso del PP para relevar a
Mariano Rajoy en la presidencia nacional del partido. Pero, por fuerza, Moreno tendrá que ser el candidato de Casado en la primera prueba de fuego a la que se enfrente el PP de la era post-Rajoy: las
elecciones autonómicas andaluzas.
Se celebren en marzo, lo que cada vez parece menos probable, o decida
Susana Díaz adelantarlas al próximo otoño, el PP tendrá la oportunidad de medir en las andaluzas hasta dónde los votantes del PP (no sólo los militantes) avalan el nuevo rumbo del partido. En este sentido, Moreno, al que las
encuestas no le son favorables desde hace demasiado tiempo, tiene un reto muy difícil ante sí. Pero también lo tiene el PP de Pablo Casado.
Juanma Moreno, durante las primarias del PP, dio su apoyo a la perdedora del Congreso,
Soraya Sáenz de Santamaría, a la que las bases del partido en Andalucía apoyaron abrumadoramente en la primera fase del proceso. Pero siempre que pudo dejó clara su
amistad personal y su afinidad con Pablo Casado al que, probablemente, pocos daban antes del 5 de julio como sucesor de Mariano Rajoy.
Sin embargo, tras el Congreso del PP y en agradecimiento a los
favores prestados para alcanzar la meta, Pablo Casado deberá dar entrada en la dirección nacional a muchos de los
enemigos íntimos que Juanma Moreno tiene dentro del partido, empezando por el
cospedalista Zoido, y siguiendo por los colaboradores de éste Nieto y Fernández de Moya.
El objetivo de Juanma Moreno era, con Rajoy en la presidencia del partido y sigue siendo ahora con Casado, frenar la
estrepitosa caída que las encuestas auguran al PP, que
en 2012 logró 50 parlamentarios, 33 en 2015 y los últimos sondeos, tras la moción de censura que llevó a
Pedro Sánchez a La Moncloa, le dan ya en torno a 23, los mismos que a Ciudadanos, pero con menos votos que a la formación de Albert Rivera.
Reto compartido
El PP en Andalucía ha acusado la
gestión de Rajoy en el Gobierno de España y la
corrupción del partido fuera de la comunidad. Lo mismo que a la postre terminó costándole La Moncloa al anterior presidente del Gobierno. Por eso el reto de darle la vuelta a la tortilla de los resultados electorales en Andalucía no es una responsabilidad exclusiva del presidente del PP-A, sino también de quien desde este fin de semana capitanea el barco de un partido que
intenta dejar atrás la tormenta perfecta que lo hizo zozobrar hace menos de dos meses.
Lo que no puede olvidar Juanma Moreno es que
su margen de confianza va a ser pequeño. Y que, probablemente, expire el día de las elecciones autonómicas, cuando se abran las urnas y se valoren los resultados. En circunstancias normales, a Moreno le quedaría otro mandato para intentar el asalto a la Junta. Pero habrá que ver si su oposición dentro del partido, reforzada tras el último congreso del PP, se lo iba a permitir.
Las bases del PP andaluz se posicionaron a favor, probablemente, de la menos conservadora de las candidatas a presidir el partido, Soraya Sáenz de Santamaría. El Congreso lo ha ganado, finalmente,
el más conservador de los candidatos. Pero eso no necesariamente tiene que ser malo para las aspiraciones electorales del PP en Andalucía.
Quizá parte del problema de Moreno haya sido
navegar en la moderación de un mar radicalizado por la izquierda, cada vez más escorada hacia posiciones extremistas. Y que ante la tibieza del mensaje de Moreno, parte del electorado tradicional del PP se haya ido acercando a Ciudadanos.
Hasta las elecciones, sobre todo si éstas son en otoño, queda
poco margen para la experimentación. Al PP de Moreno no le queda más remedio que aceptar el rumbo que marcará la nueva dirección del partido, cuyo mensaje es más conservador que el del presidente del PP-A. Quizá ello atraiga a parte del electorado que se refugió en otras opciones diferentes al PP. Y, al mismo tiempo, la nueva dirección del partido está obligada a probar en Andalucía,
con fuego real, eso sí, si su fórmula funciona. O no… Como diría Rajoy.