El ojo de la aguja

Honradez y sentimientos para el fútbol

En el fútbol, como sucede en política, en gobiernos, unos más y otros  menos, entra también el apartado de la corruptela

Publicado: 16/07/2018 ·
11:39
· Actualizado: 16/07/2018 · 11:39
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Autor

Juan Bautista Mojarro

Mojarro es un veterano articulista onubense, escritor y poeta. Ha trabajado y colaborado con casi todos los diarios onubenses

El ojo de la aguja

Un viaje por el pasado de Huelva, sus barrios, sus personajes ilustres y anécdotas, además de sus reflexiones sobre el devenir de la sociedad

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No cabe duda de que el fútbol se ha convertido en un imperio-embudo- por donde entra y sale todo lo habido y por haber. Lo que los ingleses inventaron, 22 hombres corriendo detrás de una pelota de trapo -ahora también mujeres-, ha extendido sus tentáculos por todo el hemisferio. Pero he aquí el dilema, como todos los grandes imperios, el fútbol  ha tenido su principio pero también le llegará su caducidad, aunque al mismo se hallen arraigadas estériles ilusiones y sentires que deberían ser estudiados socialmente  en un mundo que, en la actualidad, convulsivo y carente, se halla sometido a multitud de injusticias, necesidades, hambre, desolaciones y guerras sabe Dios si por territorios.

Y en el fútbol, como sucede en política, en gobiernos, unos más y otros  menos, entra también el apartado de la corruptela. Uno recuerda a Pablo Porta cuando sacaba a su perrito para hacer sus necesidades, fuese a la hora que fuese, cómo ese gran maestro del periodismo que no es otro que José María García le seguía a todas horas, desde todos los frentes.  Hoy día, ¿quién sigue a quién en esta gigantesca profesión de tanta altura económica en todos y cada uno de sus estamentos? Casos aislados, de puertas para adentro, por lo archisonantes y por su impacto social, los de Jesús Gil y sus compinches, José María Villar, por sus ramificaciones con la UEFA, Laporta, y aquellos otros que soterradamente actúan en la impunidad y que nada tiene que ver con lo que ocurre en los terrenos de juego.

Sin ir más lejos, aquí con nuestro Recreativo, tres cuartos de lo mismo. Antes de ser sociedad anónima, solo club a secas, el inolvidable conserje, Diego Millán, y el secretario, que fue futbolista, Sebastián Zabala, pusieron parte de sus muebles para el Recreativo, y ya más cercanamente, a nuestro amigo, el exdirectivo Ricardo Ruiz, le embargaron el piso por el amor al club de su vida. También los hermanos Mancha, Basilio Marquínez, Framilio, etc.

El Real Club Recreativo de Huelva era en aquellas inolvidables fechas un fehaciente prisma de honradez debido a la generosidad y entrega de aquellos onubenses que se sacrificaron por el club de sus amores. En la actualidad el Recre pasa de manos en manos, igual que las falsas monedas, juzgados para los que se mueven en su entorno, en el punto de mira de dudosos empresarios ocultos tras las cortinas de unas siglas, y apoyado en el bastión económico del Consistorio, que en suma es dinero de todos los onubenses, de aquellos que desviven sus sentires por el Decano y esos otros que sin comerlo ni  beberlo, porque no les gusta el fútbol, también son partícipes.

En definitiva, el Recre siempre ha sido el gran utilizado, en provecho político a veces de unos cuantos, pero, mayormente, en deterioro sentimental y económico de una mayoría.

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