Allá donde Sacaba Málaga hubo en el siglo pasado una fábrica única. En ella, a los pocos años de su presentación, se produjeron los primeros bolígrafos en España, exportándolos a toda Europa. Ese es el don de la impredecible Málaga. Desde hace años he recopilado libros, informes y artículos sobre predicciones con avales científicos. Lo que he aprendido es que la potente mutabilidad azarosa de las pequeñas cosas de la Naturaleza y de la humanidad se obviaron en muchas de ellas. Una de las más llamativas fue el análisis predictivo que encargó Roosvelt en 1933 para armarse ante un presente inquietante, que ya intuía de entre guerras, tras un duro pasado y un porvenir imprevisible. George Orwell acabó de escribir con bolígrafo en ristre su novela 1984. Era un acertado horizonte, ni demasiado lejano para arrastrarnos a la ficción como otras distopías recientes, ni demasiado cercano como para asumir cambios sociales tan profundos como los descritos, y para muchos analistas la sociedad orwelliana distó poco de la existente a finales del siglo XX. El momento ayudaba a elucubraciones sobre el futuro, y el pesimismo se adueñó de mentes privilegiadas como Huxley o Bradbury. Ya se sabe que un pesimista es un optimista bien informado.Los aciertos de aquel informe para Roosvelt, elaborado por un sesudo grupo de expertos fueron muchos, y los escasos desaciertos recayeron sobre esas pequeñas cosas de aceptación general capaces de mutar a la sociedad. El más llamativo fue pasar desapercibido la aparición de un instrumento que debía sustituir a la fastidiosa estilográfica. La aparición del bolígrafo supuso una silenciosa revolución que cambiaría la celeridad de los procesos, un avance de lo que a la postre supondría internet, pero sin fuerza para destronar al eficiente boli. Acaba de presentarse un informe de predicciones sobre el futuro por la Fundación Alternativas, nada halagüeño teniendo como eje central la afección que nos supondrá el cambio climático. Aquí no hacemos nada, pero estoy convencido que desde nuestro preciado don de lo impredecible seremos capaces hasta de fabricar artilugios para frenarlos. Todo escrito con un bolígrafo malagueño como con el que hoy escribo esta columna.
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