Aventura gaditana en la vida de Albéniz

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Cuenta Ricardo Moreno Criado en su libro La Puerta de Tierra, editado por la Caja de Ahorros de Cádiz, en 1979, esta -creo yo- desconocida aventura en la vida del gran músico Isaac Albéniz (1860-1909) que él escribe así: “Isaac Albéniz, cuando contaba doce años de edad, se escapó por segunda vez de su casa y, en el verano de 1872, estuvo en Cádiz. Al ser reclamado por su familia, el gobernador civil de la capital, don José María Palarea, le amenazó con detenerle si no volvía inmediatamente a su hogar, pero Albéniz consiguió huir y embarcarse de polizón en uno de los buques que hacían la travesía a Puerto Rico.


Tres años después, y en ocasión de encontrarse de paso por nuestra ciudad para embarcar para América, con la debida autorización familiar, el día 29 de abril de 1875, Albéniz ofreció un concierto en el Teatro Principal, agotándose rápidamente todas las localidades para la citada función. También el mismo día dio un concierto para dar a conocer algunas de sus composiciones, de las que era autor, en la suntuosa morada de doña Carmen Vergés, Vda. de Burdon, cuyo domicilio se encontraba situado en la plaza de San Antonio, número 6. Isaac Albéniz contaba entonces quince años de edad”.

En ese libro u opúsculo que Ricardo Moreno Criado ofrece sobre la historia de nuestra Puerta de Tierra, nos recuerda a todos que la famosa puerta fue motivo para que el músico y compositor Isaac Albéniz, en la colección de siete piezas para piano agrupadas bajo la denominación de Recuerdos de viaje, compusiera el bolero Puerta de Tierra, que fue estrenado en Madrid en 1886 ó 1887, si bien ya había sido compuesto algún tiempo antes.

El compositor nació en Camprodón (Gerona). Fue el creador de la Escuela Nacional de Piano. Estudió con Felipe Pedrell (1841-1922), músico que tuvo entre sus discípulos a nuestro inmortal don Manuel de Falla (1876-1946). Escribió Albéniz algunas óperas y zarzuelas como Merlín; Pepita Jiménez; Los catalanes en Grecia; El anillo y otras. Pero su celebridad -indiscutible hoy universalmente- le vino por sus obras para piano, entre las que destacan las suites Iberia y Española, que contienen Córdoba, Granada, Sevilla, Cádiz, Asturias, Navarra, Cataluña y otras composiciones de estilo y colorido vivaz, basadas en la música popular española.

No cabe duda que su paso por ese Cádiz del XIX debió llenarle de inspiración. La ciudad, sus murallas entonces intactas, su mar, sus playas, su luz, sus paseos, su alegría, tal vez las composiciones de los autores locales para celebrar el famoso Carnaval. Todo debió llamarle la atención a ese niño de tan sólo doce años que por aquí cayó adrede o que por aquí apareció entre nosotros escapado de la familia.

Creo que es una anécdota muy desconocida ean la vida del gran Albéniz que luego nos alegró tantas veces el oído con sus maravillosas melodías. Lástima que hoy en esa casa de la plaza de San Antonio, ninguna lápida nos recuerde a todos -naturales y visitantes- que en ese número y en esa casa él tocó en 1875, en esas veladas que los gaditanos amantes de la buena música organizaban en sus gabinetes para deleite propio y de su amistades.

Hoy recordamos y damos a conocer a los lectores esta vivencia en la vida del músico. Mañana, otras novedades nos irán dando a conocer la real existencia de una ciudad que fue amada por muchas celebridades mundiales.

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