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A dos colectivos les exige España valores y comportamientos más allá de toda medida. Futbolistas y políticos

Publicado: 24/06/2018 ·
22:36
· Actualizado: 24/06/2018 · 22:36
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Autor

Jorge Molina

Jorge Molina es periodista, escritor y guionista. Dirige el programa de radio sobre fútbol y cultura Pase de Página

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Una mirada a la fuerza sarcástica sobre lo que cualquier día ofrece Sevilla en las calles, es decir, en su alma

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A dos colectivos les exige España valores y comportamientos más allá de toda medida. Futbolistas y políticos. Éstos deben ser honestos, pintureros y útiles, y además cobrar poco, no tener paro y jamás cambiar de bando. A los peloteros sí se les permite cobrar lo que sea menester -a tó lo que dé, como describe con gracejo la pedagoga María Jesús Sánchez-, pero deben pedir perdón ante cualquier error profesional o en fiesta privada, jamás aliarse con El Otro, ni despedirse sin seguir los protocolos emocionales establecidos. Y, no obstante, ambos mundos de niquelada moral y escrutada vida no deben ni rozarse. La mezcla de deporte y política lleva asociado el desastre.

Rafa Nadal cree más oportunas unas elecciones y hasta un senador –hijo de las urnas - le llama masa de musculitos, que supone insultar a los hombres con intensidad paralela al rubia=tonta usado para las mujeres (rubias).

Ozil y Kedhira se hacen una foto con el presidente turco y parece que han posado en una fiesta familiar de los Laden. Tanto es así que debieron repetir sesión, pero ahora con unos ministros alemanes muy amantes de la salchicha de cerdo.

Piqué anuncia que aspira a una Cataluña independiente y se le mira hasta la forma de doblarse los calcetines, por si la vuelta de la prenda tapa los colores patrios. Estaríamos sin duda ante un desagradecido que, como se le dice a los sevillanos críticos, vete si no te gusta lo que a mí me gusta.

El deporte debe dar cabida a la política aplicando el criterio de la libertad de pensamiento y expresión. La selección holandesa de fútbol, tras la final del Mundial de Argentina, se negó a estrechar la mano del sangriento presidente local, responsable de miles de muertes. Nuestra campeona de ajedrez se ha negado a acudir a su Mundial, como protesta por la radical discriminación de la mujer en Arabia Saudí.

Ninguna selección quiso jugar contra la surafricana mientras duró el desprecio legal del Gobierno blanco hacia los ciudadanos negros. El black power conmocionó los Juegos Olímpìcos de México. Hermosos ejemplos de que la vida, nuestros sueños, aspiraciones y luchas, transpiran por todas partes, incluida, claro, la acción deportiva, tan dada a transpirar sudor y sentimientos.

Imaginemos que España se niega a dar la mano al sátrapa catarí en el próximo Mundial de fútbol tras jugar la final. Prometo que cantaré delante del televisor durante un año nuestro himno. No, doblo mi compromiso. Como la letra actual es bien fácil, en los partidos clave lo entonaré con el sentido texto de Marta Sanchez. Mi país se lo merecería.

 

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