En los años 70 el Atlético tenía un himno que decía: “Atlético de Madrid/Atlético de Madrid/ yo seré tu seguidor/ yo contigo hasta morir”, del que todavía guardo el disco en vinilo, un himno que era mucho mejor que el actual, e infinitamente mejor que ese cántico de ‘Vaya forma de perder’, que Joaquín Sabina lanzó en el centenario del club, porque el Atleti no está hecho para perder, sino para ganar, y ahí va esta alineación: Rodri; Melo, Jayo, Calleja; Adelardo, Iglesias; Ufarte, Luis, Gárate, Irureta y Alberto. Aquel Atlético de Marcel Domingo y, después, de Juan Carlos Lorenzo, con las incorporaciones de Ayala y Heredia, primero, y de Pereira y Leivinha, más tarde, aquel Atlético, decía, fue un adelantado a lo que entonces se llamó el ‘fútbol total’, el que practicó el Ajax de Cruiff, hacían un fútbol de pases al hueco, vertical, rápido, en ocasiones vertiginoso. Ir al Manzanares era encontrarse con el fútbol del futuro, el placer del fútbol bien jugado. El fútbol como vértigo. La memoria engaña, sí, tiende trampas, hace que se idealicen algunos recuerdos, pero hay televisiones ahora que han recuperado alguno de aquellos partidos del Atlético, y se comprueba que aquel fútbol no es un ideal ficticio en los sueños de muchos aficionados rojiblancos, sino que el Atlético jugó como nadie. Y ganó: Ligas, campeonatos de Copa, la Intercontinental. Francisco Umbral, el articulista más brillante de cuando entonces, lo habría dicho así: A la mierda con Sabina.
El Manzanares olía a fútbol, a puro habano, a pasión rojiblanca. El Calderón parecía un estadio nuevo porque tardó mucho tiempo en terminar de construir la grada de Tribuna. Luego se hicieron varias reformas. Por eso a muchos aficionados del Atleti no les ha gustado el traslado. Porque un estadio son recuerdos. También de uno mismo. Uno mira hacia la zona de la grada en la que estuvo por primera vez, o en la que se sentó durante años mientras era socio, y parece verse allí, entre la gente, mientras era todavía un adolescente, aplaudiendo a Gárate, mientras el que realmente está jugando es Fernando Torres. Y aquella gran jugada de Rubén Cano con gol a Jorge D’Alesandro el año en el que el Atleti ganó la Liga 1976-77. O la parada de Aguinaga, que acababa de llegar del Real Jaén, al penalti que le lanzó Aitor Aguirre, ariete del Racing. Porque eso es el fútbol. Una mezcla de emociones. El recuerdo nítido de una jugada de un remoto pasado en medio de las miles de horas vividas en la grada. Eso es el fútbol, sí. Y este es el Atleti, que esta noche, frente al Marsella, va a quedar campeón. ¡¡¡Aupa Atleti!!!
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