Cayetano Roldán, ¿doctor o alcalde?

Publicado: 15/08/2009
Una de las cuatro reminiscencias fascistas a nombre de los hermanos Laulhé que contaminan el aire que respiramos, va a desaparecer en breve a favor de un hombre bueno: Cayetano Roldán.
Cuando se reinaugure el centro sanitario que ostentaba el nombre de aquellos siniestros golpistas, la placa que lo rotulaba habrá sido reciclada para cascajos de cimentación que es el único provecho que se le podía sacar.
Aún así, seguiremos esperando a que el alcalde se levante un día cualquiera, se encaje los testículos en el lugar reservado para las grandes ocasiones y pegue un porrazo de los que se escuchan en Trebujena, ordenando quitar inmediatamente la lápida que los facciosos mantienen aún en la esquina Real- Plaza del Rey. Acuerdo aprobado el pasado 14 de noviembre por el Ayuntamiento sin necesidad de reunir dos mil firmas como han tenido que hacer Joaquín Quijano y Mariví Andrades para desvincular eternamente a los fascistas con el Centro Médico. Luego, que se designen nuevos nombres para el Colegio Público y el Parque que todavía recuerdan a los sublevados, y desaparezcan para los restos de la Memoria de este pueblo. La celebración del bicentenario de Las Cortes en La Isla se echa encima, y los acontecimientos previstos no pueden estar manchados por el recuerdo de los enemigos de la libertad. A ver cuándo coño alguien en el Consistorio exige al bipartito cumplir con la Legislación y lo conmina a ejecutar el artículo 115 de la Ley de la Memoria Histórica. Ley, por cierto, suscrita por los populares en la mayoría de sus capítulos a pesar de su machacona pataleta.
En cuanto al doctor don Cayetano Roldán, parece que todavía hay en La Isla quien se escandaliza por su merecida exaltación y contempla ridícula la cantidad de dos mil firmas para avalar la cuestación de su recuerdo: estoy seguro que esa cifra se hubiera multiplicado en la medida que hubiese sido precisa según las necesidades de sus patrocinadores.
El tiempo discurre inexorable y cada vez son menos las personas vivas que lo conocieron. No obstante, es bastante revelador que un alcalde tan efímero produzca tanta simpatía entre la ciudadanía a pesar de los años transcurridos. La razón es muy sencilla. Don Cayetano fue un regidor demócrata electo, víctima junto a sus hijos varones de la crueldad de los sublevados, y último nexo entre la voluntad popular del treinta y seis y la democracia recuperada tras cuarenta años de dictadura.
Por suerte hay quien conoció a este hombre excepcional y dejó testimonio escrito de su generosidad y su sencillez. Cuenta José Casado Montado en su libro Memorias de un mal nacido, que si bien don Cayetano apenas tuvo tiempo de desarrollar su labor política al frente del Consistorio, sí que le sobró para ganarse el cariño general como médico del pueblo. Especialmente de la clase necesitada, a la que no sólo no cobraba sus visitas sino que socorría con su dinero.
Yo creo que algo más de mérito tiene esta maravillosa persona que aquellos militares sediciosos para merecer el reconocimiento de los cañaíllas. Sólo queda decidir si anteponer a su nombre la denominación de doctor o alcalde. Por mí cualquiera vale.

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