"Inteligente es quien solo cree la mitad de lo que oye. Brillante es aquel que sabe qué mitad...". L. Riquelme.
Indagando por esa enorme y fabulosa hemeroteca que es internet sobre la estabilización del empleo temporal en las administraciones públicas, el 27 de marzo de 2017 los sindicatos CCOO, CSIF y UGT firmaron un acuerdo con el ministro Montoro en el que fijaban una tasa de empleo temporal del ocho por ciento y, para ayudar a conseguirla y con ella reducirlo drásticamente, acordaban lo que las partes denominaron un proceso de estabilización. Lo explicaban como algo "muy positivo" para facilitar conseguir ser funcionario aquellos empleados que no tienen plaza fija. CCOO pide que en ese proceso puedan participar más trabajadores de los que el Estado pretende por lo positivo que entiende es dar esta oportunidad a quienes no son funcionarios; UGT presenta el proceso de estabilización dejando claro sus "bondades" y que en él están incluidos los trabajadores que se llaman laborales indefinidos y, respecto al CSIF, piden que este proceso se lleve a cabo "con celeridad", que no se alargue en el tiempo y que las pruebas de concurso-oposición no tengan mucha dificultad para permitir que accedan a las plazas de funcionario el mayor número posible de empleados temporales. Y por supuesto el Ministerio de Hacienda y Función Pública lo presenta como algo novedoso y estupendo que va a permitir que el sector público reduzca el empleo temporal y esté conformado por una mayoría de funcionarios. La conclusión unánime es que estamos ante un proceso "muy positivo" para los empleados del sector público que hasta ahora no han tenido la oportunidad de tener convocatorias para poder ser funcionarios. Y por parte de la administración, también porque consigue que los empleados sean funcionarios, lo que ha de ser algo normal y no excepcional.
No sé si es que en esta ciudad llamada Jerez, sobre todo en los aledaños de su Consistorio, se vive una especie de realidad virtual que en ocasiones hace ir a la contra y lo que es bueno verlo como malo o, sencillamente, que el asunto laboral dentro del ayuntamiento es un polvorín que unos pocos manejan a su antojo. El Ayuntamiento anuncia que va a poner en marcha el proceso de estabilización de empleo temporal para su negociación con los sindicatos, el mismo que CCOO, CSIF y UGT acordaron en su día con Montoro, el mismo del que en el resto de España se destaca por su bondad, pero en este Ayuntamiento cuatro sindicatos -entre ellos, CSIF, uno de los firmantes- salen oponiéndose frontalmente y con una virulencia mayor que cuando se anunció el ERE por el anterior gobierno municipal.
A dichos sindicatos se unen los partidos de la oposición adoptando una clara posición partidista, entre ellos un PP que es precisamente el partido de Montoro. El único argumento que se escucha por Consistorio es que el actual gobierno municipal no ha negociado con los sindicatos cuando, según lo que se ha anunciado, es poner en marcha el proceso para "negociarlo con los sindicatos"; ¿hay que negociar sindicalmente los anuncios de que se va a iniciar una negociación? Es meridiano que algo pasa para que sin ni siquiera haberse aprobado el proceso, sólo anunciada el inicio de su negociación, se produzca este nivel de confrontación. Y es incomprensible que presenten como muy pernicioso para la plantilla lo que tres sindicatos y el Estado han gestado para dar estabilidad laboral a quienes no la tienen. En esto, como en todo en la vida, el tiempo pondrá a cada uno en su sitio.
Los sindicatos. La fuerza de un sindicato depende, sobre todo, de dos factores. El primero es el número de representantes sindicales y el segundo que consiga una relación, digamos cercana, con el que gobierna y que ella le permita un intercambio bidireccional entre ambos y, con ello, poder ofrecer a los trabajadores mejoras sociales para conseguir más afiliados y más votos y más delegados sindicales a cambio de facilitar paz social al que le otorga las mejoras. Supongamos que un sindicato se nutre de votos de laborales o de votos de un colectivo al que no le afecte el proceso de estabilización; es lógico pensar que si aumenta el número de funcionarios, la consecuencia sea pérdida de número de representantes sindicales, por tanto de peso sindical. También, si un sindicato va a conseguir unas mejoras, puede que a otros no le interese, porque el que las consigue aumenta afiliados o simpatizantes en detrimento del resto de sindicatos. También hay que suponer que si un sindicato es "amigo" de algún partido político de la oposición se oponga a medidas que puedan ser positivas para el partido del Gobierno y, por tanto, reste votos al partido de la oposición "amigo" del sindicato en unas próximas elecciones. Como la vida misma, las estrategias políticas y sindicales en demasiadas ocasiones van de la mano y más si se avecina época preelectoral tanto política como sindical. También puede darse que un sindicato lucha por conseguir alguna medida y como medio de presión se sitúe en contra del gobernante que se la quitó o que no se la otorga. Juegos de naipes que en muchos casos presiden el backstage de las acciones sindicales, a veces con el partido que gobierna, otras con la oposición, muchas con sus afiliados, casi siempre con los empleados.
El mensaje. Una misma medida puede ser percibida por los trabajadores tanto como positiva o como negativa en función del mensaje que le llegue de los sindicatos -mitad buena o mala-; los expertos en comunicación política y sindical saben bien de esto. Si se va a facilitar a los laborales la posibilidad de ser funcionario se puede vender como lo mejor para ellos -"por fin se os facilita esta posibilidad que os va a dar estabilidad..."- o, por el contrario, puede venderse como lo peor -"esta medida pretende que tengáis que presentaros a unas pruebas y en el fondo lo que encubre es un ERE..."-. Quien quiera boicotear, sólo tiene que mencionar ERE y conseguirá que buena parte de los trabajadores la rechacen. La táctica del miedo siempre funciona muy bien para este tipo de cuestiones, sobre todo para las personas más vulnerables. El problema es que cuando se pretende demonizar algo que es bueno hay un riesgo para los actores y es que los hechos vayan demostrando que es positivo para los empleados y pueda resultar que los trabajadores den la espalda a los sindicatos asusta-viejas. Cientos de casos hay de sindicatos mayoritarios que han terminado con una representación casi minoritaria porque la plantilla comprobó que los intereses sindicales no iban parejos a los de los trabajadores, a los cuales están, o deberían estar, obligados a representar siempre.
Algo que también ocurre en el mundo político en el que la ciudadanía ya tiene claro que el partido en la oposición se opone por sistema a todo lo que salga del partido gobernante, independientemente de si es bueno o malo para el ciudadano que le vota y que con ello le exige, o debería exigirle, que actuase siempre para conseguir su bien -las parálisis permanentes presupuestarias son un claro ejemplo-. Sería mejor cambiar el nombre y en lugar de llamarse oposición denominarse de otro modo, como partidos colaboradores, co-gobernantes o lo que sea pero que de inicio no les inste a oponerse; ¿acaso no deberían todos actuar en pro del interés general, sea quien sea el autor del acuerdo? ¿Lo bueno no debería serlo independientemente del sillón que se ocupe? Sí, pero entonces colaborarían con el que gobierna y, claro, no interesa, los votos son los votos y eso prima por encima de todo y en todos los casos. Así nos va.
Bomarzo
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