Encendidos y apagones

Publicado: 08/02/2018
No hay respuestas fáciles a preguntas enrevesadas, ni  ortodoxias que no existen ante problemas complejos
Nos pasamos la vida entre relatos de los que pretendemos ser protagonistas, y anécdotas que casi siempre le atribuyen a alguien famoso. Entre este encender y apagar la realidad, nos planteamos objetivos inmediatos o cuestiones a largo plazo 

No hay respuestas fáciles a preguntas enrevesadas, ni  ortodoxias que no existen ante problemas complejos. De nada vale aquellos que intentan hacer un discurso integral que lo explique todo, cuando eso además de imposible es una gran mentira.

Sin profundizaciones ni superficialidades, resultamos atrevidos, y hasta osados cuando pretendemos hacer de la política una especie de religión y hasta de secta, donde lo que dice el líder ni se discute, ni se cuestiona, es un dogma de fe.

Asistimos en los encendidos a demasiadas doctrinas y pocos ejercicios de crítica y autocrítica, mucho culto a las apariencias y escasa dedicación a los valores. Abundancia de connivencia y escasez de convivencia y diálogo.

Los apagones de la desconfianza deben convertirse en encendidos de la credibilidad, en ser capaces de abrir las puertas y ventanas al compromiso y la participación de cada uno de nosotros. No debemos temer las voces, aunque éstas sean discordantes, más peligrosos son los siervos que terminan convirtiéndose en traidores.

Razones ilustradas que nos encienden nuevos horizontes e imposiciones cerradas que oscurecen la posibilidad de visiones diferentes sobre la misma realidad.  Los focos pueden proyectarse hacia nosotros o hacia lo que nos rodea, lo importante es que sirvan para arrojar luz.

Cuando nos quedamos sin contrincantes nos transformamos, y en esa mirada hacia nosotros mismos contemplamos en el espejo a nuestros peores enemigos. Vamos dándonos cuenta que hay demasiados tópicos que debemos superar, que hay sueños que nos regalan y no sabemos aprovechar.

A veces  los apagones son más que los encendidos, y  nos damos cuenta que el presente tal vez podamos cambiarlo, pero que de nada vale lamentarse por el pasado y mucho menos aventurar o predecir el futuro. No podemos confiar en el azar o la espontaneidad de los acontecimientos.

En otras ocasiones los encendidos son más frecuentes que los apagones, pero comprendemos, aunque nos cueste, que no basta con que tengamos razón. No solo hay que fortalecer nuestros argumentos sino denunciar los intereses y las carencias de los otros.

Entre tantos encendidos y apagones, la sociedad y con ella la gente cambia, y lo que ayer nos parecía terrible hoy nos resulta maravilloso, el que era el mayor de nuestros enemigos es ahora el mejor de nuestros aliados, los que estaban desaparecidos salen de todos los rincones.

Una mañana cualquiera nos despertamos con que no distinguimos lo que siempre había estado meridianamente  claro, y tenemos márgenes para actuar como nos venga en gana,  pero no encontramos donde está lo que nos diferencia y nos separa.

Lo peor es cuando algunos listillos, nos quieren cambiar las reglas del juego a mitad del partido, con la única finalidad de imponer  lo que les interesa y negar que existamos. Como si la función terminara, no cuando dice el guión que ya estaba escrito para interpretarse sino cuando a ellos les venga bien, y lo igual se transforma en desigual, y lo blanco en negro, y lo grande en pequeño. Son los milagros de la conveniencia        
          

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