Sala 3

The Post

La libertad de prensa, que garantiza el derecho de los ciudadanos a organizarse y crear medios de información, no es la misma en todo el mundo

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  • Los archivos del Pentágono -

La libertad de prensa, que garantiza el derecho de los ciudadanos a organizarse y crear medios de información, no es la misma en todo el mundo. Los diferentes estados del planeta establecen hasta dónde alcanza esta libertad a través del control y la censura. El denominado cuarto poder siempre ha estado bajo el yugo de los otros tres. Por eso, la prensa, que debería ser antorcha en manos de quienes andan constantemente en busca de la verdad, se ve desfigurada, limitada y manipulada hasta transformarse en un faro que, o no avisa a tiempo de la proximidad de las rocas, o deslumbra con un derroche de desinformación tal que es imposible reconocer una verdadera noticia entre tanto titular sensacionalista. Sin embargo, y pese a la oscura distorsión que en la actualidad recae sobre la prensa, nunca deberíamos olvidarnos de su razón de ser primigenia ni de su innegable capacidad para desatar revoluciones a través de la verdad. Steven Spielberg, por quien parecen no pasar los años cuando se sitúa tras las cámaras, articula un férreo alegato sobre el papel de la prensa como defensora del pueblo frente a los gobernantes, estableciendo símiles evidentes entre el actual gobierno estadounidense y la Administración Nixon. Para ello, narra con admirable precisión, concisión y cohesión los hechos acontecidos a principios de los años 70 en los Estados Unidos, cuando la prensa publicó los famosos “Papeles del Pentágono”, la filtración de un documento secreto sobre el papel del país en la guerra de Vietnam que salpicó hasta a cuatro presidentes (Truman, Johnson, Eisenhower y Kennedy) y que evidenciaba cómo el gobierno había mentido de manera sistemática sobre el conflicto. Spielberg centra su película en el proceso que llevó a The Washington Post a publicar las  filtraciones que el analista militar Daniel Ellsberg hizo sobre los documentos secretos pese a la amenaza de veto por parte del gobierno. El director norteamericano, al que recientemente criticaron por su insuficiente papel en la reivindicación de la mujer en el cine, deposita la antorcha de su relato en la figura de Katharine Graham (Meryl Streep), primera directora de un diario estadounidense y figura clave en la implicación del Post a la hora de publicar los documentos y defender la primera enmienda. Cada plano, minuciosamente cuidado, posee sutiles movimientos de cámara que agilizan tanto la narración como los diálogos entre los personajes, lo que, junto al excelso montaje y la partitura de John Williams, instaura un ritmo y un tono fácilmente digerible para el espectador. Así, la recreación de un momento cumbre del periodismo estadounidense sirve a Spielberg para dignificar el trabajo periodístico de calidad a la vez que ensalza una figura femenina que no se arrugó ante la responsabilidad de tomar sus propias decisiones ni ante los intentos de control que los hombres de su entorno intentaron ejercer sobre ella. Lo que su determinación provocó después, tras una revolución periodística que tuvo su clímax en el caso Watergate, es ya historia.

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