El vacío

Después de la vida, viene la nada, el vacío, el recuerdo. Quedan familias desoladas tras las pérdidas. Quedan vivencias compartidas y deseos frustrados. Y es que no nos damos cuenta. No queremos apreciarlo. La vida es un viaje de ida y vuelta al más allá. Un túnel al que nunca queremos llegar ni que lleguen al final, pero que poco a poco, con su transcurso, cada vez se ve más y más cerca. Conforme avanzamos, somos conscientes de lo que vamos gastando nuestro tiempo. Por eso mismo, es muy importante que disfrutemos cada instante de este trayecto. Que hoy estamos aquí y mañana, sin esperarlo, la vida te da la espalda. Que si dependiéramos de nosotros, seríamos eternos, inmortales, crearíamos una máquina que detuviera el tiempo mientras vivimos, mientras aprovechamos todo lo que tenemos a nuestro alrededor. Pero no es posible, eso no está en nuestras manos. Al igual que, a día de hoy, desde la ciencia, no se pueden combatir ciertas enfermedades. Enfermedades que arrastran a personas a tener que luchar contra viento y marea, hasta que las fuerzas cesan, hasta que el cuerpo dice basta. Malditos cánceres. Nadie merece sufrir así. Nadie merece que lo vean así. Y son miles de personas las que se ven con el agua al cuello. Las que padecen en silencio. Las que luchan por salir. Las que sueñan con volver a estar como antes. Y quizás, nada vuelve a ser igual. Nada vuelve a su cauce porque su viaje se precipitó antes de tiempo tomando una salida de emergencias. Pero siempre quedará su rastro, siempre quedará el saber que esa persona estuvo aquí, compartiendo, sonriendo, disfrutando, a fin de cuentas, viviendo. Estas líneas van para todas esas personas que no aprecian lo que tienen, es momento de dar un giro a vuestras mentes y comenzar a valorar. A todas aquellas que a día de hoy luchan, ánimo, mañana puede salir el sol. Pero en especial a ti, Rosi, gracias por dejar un gran recuerdo entre nosotros.