La primera conclusión que se extrae de las elecciones celebradas es que el independentismo catalán se ha convertido en el primer problema nacional y con él cenarán los españoles por Nochebuena, cada cual elegirá con qué tipo de noble espirituoso. Pero de lo ocurrido este jueves se derivan otras conclusiones, importantes todas ellas y que afectan directamente a todos porque nadie es ajeno a esto pese a que la distancia nos haga tender a pensar que es un problema de otros. No lo es, más a tenor de un resultado que nos coloca en la línea de salida y que en buena parte no hace más que agregar leña a una hoguera que amenaza con incendiarlo todo.
La victoria clara de Ciudadanos con el 25 por ciento de los votos -casi 1.100.000- y 37 escaños refleja que una mayoría de catalanes está en contra de la independencia y coloca a la formación naranja como el partido de moda, nacional, de centro derecha, joven y de futuro y que crece consumiendo a dentelladas electorado del PP, que sufre el mayor descalabro político de su historia en Cataluña y de lo cual es responsable directo el presidente Rajoy. Tanto su política allí, la incansable corrupción que salpica a la sigla y un candidato menor han resultado toda una invitación para que su electorado en masa se haya ido con Inés Arrimadas, esta chica nacida en Jerez que ha hecho una campaña excepcional, transparente, con un discurso claro y sensato y que se ha ganado el derecho a ser investida presidenta como primera opción. Para ello no sumará, entre otras cuestiones por el pésimo resultado de otros como el PP, que se lo tiene que hacer mirar y mucho, de hecho se queda con los mismos tres escaños con que partió Ciudadanos en el Parlamento hace once años y eso es una muestra evidente de cómo ha cedido su terreno por malas decisiones y que no deberían quedar exentas de consecuencias en el ámbito nacional.
El bloque constitucionalista no ha sido tal, de hecho Iceta solo ha mejorado en un escaño un resultado que hace dos años fue considerado como muy malo. Al menos no ha logrado una suma temida en Andalucía con un posible bloque progresista formado con ERC y los Comunes, que de haber sido posible hubiese metido al partido en un lío. La participación del PSC en el próximo gobierno será básicamente nula y muestra una tendencia nacional de la sigla de no ilusionar al electorado, escasa movilización, poco seguimiento de las nuevas generaciones y todo ello por esa tendencia de mantener un discurso ambiguo; sí y no y lo contrario y esto suma poco ante un votante muy entrenado ante discursos sin fundamento y que como el conejo de campo muy tiroteado siente a los lejos el chasquido y no cae en la trampa de ponerse a tiro.
Estas elecciones también tendrán elevado precio para Podemos, otra formación que alcanza un resultado mediocre y cuya posición política con respecto a Cataluña tendrá un coste electoral en el ámbito nacional porque a todos ha quedado en la retina la ambigüedad interesada de Pablo Iglesias, derrotado en Cataluña al nivel de Rajoy. Y la CUP, pese a caer en escaños y apoyos, suma lo suficiente para seguir siendo protagonistas a la hora de formar un bloque separatista, que es la primera opción que se maneja tras el resultado incierto y para la cual dudas importantes, razonables e inquietantes han de resolverse y son: ¿con qué fundamento se haría, poner en marcha la república catalana proclamada, iniciar otra vez el proceso, negociarlo con el Estado? Y lo más importante, ¿cómo actuará la justicia ante los huidos y encarcelados que han obtenido escaño y cuyo voto es crucial para formar gobierno? No hay que olvidar que la justicia es autónoma y no entiende de procesos políticos y que este resultado no blanquea los procedimientos judiciales abiertos, que Puigdemont en cuanto cruce la frontera en la idea de ser proclamado otra vez President va directamente a prisión y esto, de suceder y nada parece que pueda evitarlo, podría provocar una situación de enfrentamiento social tanto en Cataluña como en el resto de España. E incendiar el conflicto es, en principio, algo del gusto del independentismo, que gana solo con lograr mantenerlo vivo y esto, junto a la victoria de Ciudadanos, es la gran conclusión de la jornada electoral catalana.
Sería oportuno confiar en la sensatez de todos para que desde la negociación se busquen salidas razonables, más centradas y lejos de extremos radicales porque de lo contrario entre todos van a meter al país en una encrucijada muy peligrosa y hartos como estamos del conflicto catalán solo queda que consuma todo el espacio de este 2018 a punto de estrenarse. Claro está que para ello es importante que todos busquen soluciones dentro del marco de la Ley, esa que nos regula a todos y sin la cual es imposible construir nada. Quizás haya llegado el momento de que determinados liderazgos políticos, en ambos bandos, tomen la decisión de dar un paso al lado y que sean otros los que dirijan una mesa de negociación que ha de afrontar cuestiones tan importantes para todos como el modelo de país, el conflicto catalán y la tan citada reforma constitucional.
Habrá que ver, también, hasta qué punto lo sucedido afecta al calendario electoral y si ahora el PP entiende oportuno un adelanto electoral para sacarle rendimiento en urnas a la unidad nacional o este batacazo suyo catalán le generan dudas, más ante el crecimiento de un partido como Ciudadanos al que las debilidades de los populares le vienen de cine. Se ha demostrado en Cataluña, puede ser extensivo en España y, de hecho, en Andalucía crece, lo reflejan todas las encuestas, al ritmo que pierde el PP-A y por eso la presidente Díaz, pese a que esta semana haya asegurado en sede parlamentaria que no habrá adelanto electoral, está muy pendiente de eso para convocar antes que los demás y sacarle partido a las debilidades de otros sabiendo como sabe que por sí sola en ningún caso sumará suficiente. Para el PSOE-A la irrupción de Ciudadanos es un regalo caído del cielo, le permite formar gobierno con un voto que le llega desde el PP.
Navidad. Nos iremos todos con Cataluña en la mente y España en el corazón a celebrar esta azul Navidad tan habitual en el sur, donde la vida transcurre sin tanto ruido. Solo el de panderetas y el de bullicio de gentes que asaltan las calles, los mercados, los comercios en ese vital fluir sureño, andaluz. No diré no a cenar con cava porque me gustan las fronteras exactamente lo mismo que los boicots, nada, aunque este año sobre mi mesa de mantel fino descorcharé un buen vino de Jerez, de los caros. Tal vez un fino de Tradición o de Emilio Hidalgo, poderosos, corpulentos, elegantes, un señor vino andaluz con el que brindar por esta tierra mía y por la gente de paz y mirada limpia. Feliz Navidad.
Bomarzo
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