Profesionales del Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada han curado una grave arritmia cardiaca a un bebé prematuro de 2,5 kilos y apenas dos semanas de vida, en uno de los pocos casos descritos en el mundo donde la intervención requerida, una ablación cardiaca, se ha hecho antes de que el menor alcance los tres kilos de peso.
La intervención que ha permitido este nuevo "hito en la sanidad pública andaluza" se produjo el pasado marzo y el bebé, que tiene ahora nueve meses, ha pasado con éxito todos los controles médicos, está "totalmente sano" y cuenta una calidad de vida como la de cualquier niño de su edad, según ha puesto de manifiesto en rueda de prensa la consejera andaluza de Salud, Marina Álvarez.
El pequeño Max ha sido este miércoles el foco de todas las miradas ajeno al importante avance sanitario del que ha sido protagonista y su madre ha querido aprovechar este acto público para agradecer a los médicos que hayan "salvado la vida de su bebé".
"Lo hemos pasada mal (...) pero había que seguir adelante", ha relatado emocionada a los medios, afirmando que tanto ella como el padre vivieron la intervención "con mucha esperanza de que funcionara", conscientes de que era "la única solución".
Menos del tres por ciento de las ablaciones eléctricas que se realizan en España se dirige a pacientes pediátricos, principalmente a menores de entre 7 y 15 años, y el Hospital Virgen de las Nieves es uno de los cinco centros con mayor experiencia en el país.
Lo habitual es realizarlas cuando los pacientes superan los 15 kilos de peso, ya que las complicaciones son menores, pero la arritmia que padecía Max comprometía de tal forma su vida que el equipo médico propuso a los padres la intervención. Tanto los progenitores como los profesionales tomaron la "difícil decisión" de llevarla a cabo, dado los escasos precedentes que existen y el alto riesgo que conllevó, según ha detallado el jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Virgen de las Nieves, Luis Tercedor.
La arritmia se producía por una anomalía en el músculo cardíaco que alteraba el circuito eléctrico del corazón y provocaba una taquicardia incesante. En el momento de detectarse, a las 32 semanas de gestación, el feto presentaba síntomas de insuficiencia cardiaca, con acumulación de líquidos en los pulmones y otras parte del cuerpo, con un latido cardiaco permanente de 230 pulsaciones por minuto.
La cardióloga pediátrica Francesca Perín ha relatado que se trataba de una patología "grave y urgente"; de haber nacido en el momento en que se le detectó podría haber fallecido, pues a la prematuridad y la arritmia se le añadía la dificultad para respirar.
Gracias a un tratamiento suministrado a la madre y que llegaba al feto a través de la placenta, los médicos lograron reducir las taquicardias a 200 pulsaciones por minuto, pero el parto se adelantó justo a la semana de iniciar el tratamiento y el recién nacido tuvo que ingresar en la UCI Neonatal.
Tras dos semanas de evolución y monitorización sin que pudiera controlarse con medicamentos el "ritmo desbocado" del corazón de Max, médicos y progenitores asumieron el "difícil" reto de intervenirle para eliminar la anomalía mediante una ablación con catéter. En esta intervención se accede al corazón con un catéter con el que se busca el punto exacto donde debe administrarse energía de radiofrecuencia y se quema la zona responsable de producir las taquicardias.
Este procedimiento se ha realizado a través de la vena femoral, milimétrica en un bebé, a lo que se suma como principal excepcionalidad el bajo peso del bebé, de 2,5 kilos.
Fue una operación "compleja" que se prolongó durante cinco horas y en la que "cada segundo se vivió con mucha emoción", especialmente cuando finalizó con éxito, ha relatado el jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Virgen de las Nieves.
"Todos los profesionales han sido claves" en este proceso, cada uno en su especialización, según ha enfatizado la cardióloga pediátrica Francesca Perín, quien ha precisado que las arritmias incesantes son poco frecuentes, se detectan en uno de cada 5.000 embarazos. Si la enfermedad no se llega a controlar con medicamentos, empieza a correr peligro la vida del feto, con una mortalidad que alcanza el 35 por ciento de los casos.
La ablación con catéter es por tanto el último y desesperado recurso cuando las otras alternativas han fallado, y en esta ocasión se ha logrado con éxito en un bebé prematuro de 2,5 kilos. En España, en la literatura científica sólo se recoge un precedente en el Hospital Clínico de Barcelona.