El 4 de diciembre de 1977 fue domingo. Amenazaba lluvia. Se habían convocado manifestaciones, que se presumían multitudinarias, en las capitales andaluzas y gallegas para impulsar sus respectivos movimientos autonómicos. Y todos los partidos, incluida la UCD, que unos años después se desmarcaría del 28-F, apoyaban la movilización. Sólo Fuerza Nueva se oponía.
Todavía existía la Hoja del Lunes y las crónicas políticas no llegarían hasta el martes. El Betis recibía al Burgos y el Sevilla jugaba contra el Cádiz en el Carranza. Los equipos de fútbol salieron al campo con banderas blanquiverdes. Y en algunos casos, también con la enseña española.
El martes, 6 de diciembre, justo un año antes del “sí” a la Constitución Española, las crónicas mezclaban el relato de las manifestaciones con el entierro de Manuel Jesús García Caparrós, la destitución del presidente de la Diputación de Málaga, Francisco Cabezas, a causa de la muerte del joven, y la huelga general convocada por CCOO, donde militaba el joven de 19 años, trabajador de la fábrica de Cervezas Victoria.
El País, dirigido por Juan Luis Cebrián, abría su primera página con el titular “Hoy, huelga general en Málaga por el muerto de la manifestación”, y destacaba la “masiva participación en las concentraciones de Andalucía y Galicia”. También destacaba la presencia de 30.000 personas, el lunes, en el entierro de García Caparrós, en el que Marcelino Camacho pidió que el paro del día siguiente tuviera un carácter pacífico.
La crónica de la manifestación de Sevilla la firmaba José Aguilar, que destacaba que el número de participantes, entre 350.000 y 400.000 personas, había superado las previsiones más optimistas.
En Almería, donde no había habido demasiado ambiente a favor de la movilización en los días previos, la lluvia fue la excusa para que el número de manifestantes no superara los 5.000. Y, sin embargo, en Granada, el agua no impidió que se echaran a la calle 120.000 personas.
“Muerte jonda”
El Correo de Andalucía, bajo la dirección de José María Requena, titulaba su portada del 6 de diciembre de 1977 “Muerte jonda”. Ilustraba la crónica de ese día histórico con una espectacular foto de Ángel Moreno de la manifestación de Sevilla, con el titular “Medio millón de sevillanos”. El texto que aparecía en la portada decía lo siguiente: “El Día de Andalucía fue grandioso. Pero con luto. Sangre y Muerte allí en Málaga. Júbilo que resulta nublado por una violencia que se disfraza con apariencia de justicia. Una vez más, la bala que se pone al son malentendido del orden público”.
El Abc del martes titulaba “Entre la esperanza y el dolor”. Y junto al millón de participantes en las movilizaciones, destacaba que había un muerto y 28 heridos, 21 eran policías, a consecuencia de los incidentes que se habían producido repartidos por Andalucía. Los más graves, los de Málaga. El periódico describía cómo “la bala penetró por la espalda” del joven, “le atravesó el pulmón y le salió cerca del estómago”.
El director del periódico, Nicolás Salas, titulaba su columna Sin Rodeos “Lecciones de un domingo andaluz”, y en ella concluía que “sería absurdo negar que hoy existe un poder andaluz inserto en unos sectores mayoritarios de nuestra población”.
“Estábamos haciendo historia y lo sabíamos”
Nico Salas, hijo del entonces director del Abc de Sevilla, era uno de los niños que portaban la bandera de Blas Infante al frente de la manifestación. También estaba su hermano mayor, Francisco, Fernando Burgos, hijo del periodista Antonio Burgos, y los nietos de Blas Infante, entre otros.
Nico es el que aparece en el centro de la fotografía que ilustra esta información, bajo la segunda “O” de la palabra “Autonomía” de la pancarta. Acababa de cumplir 13 años y recuerda que, ese día, esos niños ya eran conscientes de estar viviendo un momento histórico. “Sabíamos que aquel día era diferente”, recuerda, cuarenta años después.
“Había una mezcla de euforia y miedo. Cuando la manifestación llegó al Ayuntamiento, desde el edificio de la confitería Filella, donde tenía su sede Fuerza Nueva, empezaron a tirarnos piedras y naranjas”. A los niños los rodeaba gente del PCE de Carrillo, que se ocupaba de la seguridad. “En cuanto empezaron las piedras, nos cogieron en brazos y nos metieron corriendo en el Ayuntamiento”.
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