Desde hace unas semanas se palpa en el ambiente como crece en la sociedad una opinión de desacuerdo con la situación que vive el ex alcalde de Jerez Pedro Pacheco, al que han trasladado del módulo de respeto en el que se encontraba por haber cometido los tres graves delitos de tener una almohada de más, tres libros por encima de los permitidos -cinco y tenía ocho; Revolución Rusa y diccionarios de castellano y francés-español- y, nada menos, un crucifijo de ocho centímetros, ante lo cual medios de comunicación locales, nacionales, políticos y cronistas diversos han alzado su voz por el aparente ensañamiento con quien lleva en prisión desde el 24 de octubre de 2014 por dos casos de enchufismo.
Es un tema muy sobado al que cíclicamente se vuelve porque tan grande es la necesidad de creer en una justicia justa e igual para todos como el temor a que no sea así, de hecho la segunda posibilidad por nimia que sea nos conduce directamente a un Estado opresor e injusto. Diferentes plataformas sociales están llamando a la movilización pacífica en protesta por la situación de Pacheco, apresado tras los barrotes de un código de barras en Puerto 3 que no procede con el mismo rasero para con todos y estos días nos vienen a la mente muchos casos de inmensa gravedad en los que la justicia transita de manera más sosegada, más cauta, dando evidencias de que mide con exactitud los pasos para mantener los equilibrios necesarios mientras, en casos como el que nos ocupa, dispara a la frente sin dudar. Tras tres años y medio en prisión por cometer un delito por el que más de la mitad de los alcaldes de su época deberían haber sido encarcelados y eso tampoco le exime pero, sin duda, debería condicionar, ve alterado su modo de vida en prisión por intentar dormir un poco más cómodo, leer para matar las horas y rezar.
Suspensión de condenas. No se entiende que habiendo resuelto la Audiencia Provincial concediendo la suspensión de la condena a Pacheco por el llamado caso de la estación de autobuses, la fiscalía anticorrupción se oponga pese a reconocer que no produjo ningún perjuicio para el Ayuntamiento. El ex alcalde solicitó la misma proponiendo el pago de una multa de 18.000 euros y hacer trabajos para la comunidad, todo ello aceptado por la Audiencia. Si no hubo perjuicio para el Ayuntamiento, cómo se puede entender la condena y mucho más que siendo concedida su suspensión por la Audiencia que la fiscalía la recurra. Otro asunto es la denegación de la suspensión de la condena por el caso de la Hermandad del Rocío, que consistió en arreglar con fondos municipales la casa de la aldea que tiene la Hermandad de Jerez tras serle solicitado al Ayuntamiento por dicha Hermandad y que la Audiencia, tras manifestar que por esta condena no debería entrar en la cárcel, añade que la existencia de dos condenas más –caso asesores y el de la estación de autobuses- "denotan una trayectoria criminal reveladora de una peligrosidad no atenuada por el cumplimiento de las penas de inhabilitación impuestas ni por su edad”. Manifestación dura y excesiva porque si algo denotan esos tres casos es que el ex alcalde de Jerez no sacó ningún beneficio económico personal y deberían explicar cómo se le puede calificar de preso peligroso y que estando inhabilitado para cargo público de qué manera podría volver a cometer un tipo de delito para el que se requiere el ejercicio de actuaciones de responsabilidad pública.
Reinserción social. La Constitución -esa norma suprema que en estados con arraigo democrático es respetada por instituciones y ciudadanos como lo más sagrado y que, en cambio, en nuestro país en demasiadas ocasiones sólo parece un compendio de brindis al sol porque incumplirla u obviarla no implica ninguna responsabilidad y mucho menos una sanción- establece en su artículo 25 que "las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social" y, como esto debería ser así, ¿alguien puede dudar que Pacheco no esté de sobra reeducado ni en condiciones de integrarse en la sociedad con normalidad? Para los condenados por delito de violación, robo, asesinato, tráfico de drogas o terrorismo es lógico pensar que la reeducación y reinserción pueda ofrecer dudas y resulte complicado asegurarse de que el reo no va a volver a incidir y su inserción en la sociedad pueda dar lugar a una reincidencia. Pero Pacheco fue alcalde durante 24 años y si se le pueden atribuir delitos como los expuestos, también éxitos: impulsó la ciudad llevándola a los momentos más álgidos de desarrollo de la misma y a su gestión se le debe el Circuito y la celebración del Gran Premio, el Teatro Villamarta, su empuje al deporte en general, una feria abierta al pueblo, una ciudad urbanísticamente diseñada para vivir con calidad de vida, traer la Universidad dotándola de un campus inmejorable, su apuesta por hacer de Jerez un municipio pionero en muchos ámbitos y situarla en España y el mundo y, por qué no decirlo, darle a los jerezanos el orgullo de serlo, de hecho común es la frase de "lo bien que luce Jerez" y parte del mérito es suyo. Si se hubiera sabido retirar en 2003, y ese fue su gran error movido por un ego que le perdió, no cabe duda que sería reconocido públicamente como el mejor alcalde de la historia, lo que ahora muchos se atreven a decir en privado.
Está condenado por enchufar a dos compañeros de partido durante dos años, los cuales entraron en prisión más tarde que él y llevan fuera meses. El sueldo que percibieron ha sido devuelto por Pacheco al Ayuntamiento, los dos beneficiados parece que no han pagado nada. ¿Y qué pasaría si saliese de la cárcel?; es lógico pensar que la pena de banquillo sufrida con todo el proceso judicial, su larga estancia en prisión y el escarnio público le haya hecho tener claro que no mereció la pena el enchufe de los dos ex compañeros y ex amigos. Con su afición a la lectura, la cultura, el deporte, su edad, familia y el precio hasta ahora pagado no admite duda que está asegurada su reeducación y reinserción social. Y, además, no hay posibilidad alguna de que vuelva a cometer delito parecido al estar inhabilitado para ejercer cargo público. Entonces, ¿por qué el persistente empeño en ensañarse con él? El texto Constitucional no excluye su aplicación a los condenados, el Estado de Derecho también debe regir para ellos.
La justicia es... Nunca Pacheco imaginó la factura que iba a pagar por aquella descarada frase que le hizo célebre en toda España, por la que el pueblo de Jerez salió a la calle en la más multitudinaria manifestación vivida en la ciudad en apoyo de aquel alcalde que derribó una planta del chalet de Bertín Osborne construida de forma irregular y que en segunda instancia los tribunales dieron la razón al joven regidor. Aquella frase es su Cruz, no una de madera de ocho centímetros retirada de su celda por ser una posible arma convertible en daga con la cual blandirse en duelo y provocar una fuga masiva sino otra, mucho más peligrosa, la de la palabra que retrata un hecho y que tras tantos años a diario resuena por los pasillos de todos los juzgados del país: La justicia es un cachondeo -Pedro Pacheco, 1985-.
A los miembros del poder judicial debería preocupar la poca confianza y seguridad que el pueblo español tiene respecto a él. Raro es el ciudadano que no ha pronunciado en más de una ocasión la frase citada al ver tantos casos que no tienen explicación posible. Peor aún es pronunciarla por sufrir la injusticia en primera persona. La justicia, si no es justa y si despliega su máxima dureza olvidando el dictado de nuestra Constitución, se vuelve un poder que termina siendo temido por el pueblo y temer en ningún caso es respetar.
Bomarzo
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