El otro día me dejaron salir del manicomio a ver si asistiendo a una conferencia sobre el corazón se me enmendaba de camino el cerebro. La pronunciaba el doctor D. José Manuel Revuelta Soba, Catedrático de Cirugía, Profesor Emérito de la Universidad de Cantabria, y con tantas conferencias y títulos a sus espaldas que, si se llegan a enumerar uno a uno, nos quedamos sin conferencia.
Sin embargo, bajo el punto de vista de este loco, dos cosas destacan en él sobre todas las demás: una, que es más de La Isla que la cal que vendían Anita e Isabelita, las del puesto en la esquinita de la calle San Diego. Quien no se sitúe le puede preguntar a su hermana Marisa. Y la otra es que conserva ese punto infantil que hace que absolutamente todo le suene a nuevo y que sienta una inmensa curiosidad por investigar y descubrir tantos y tantos misterios como encierra la Naturaleza.
La conferencia se titulaba “La emoción de descubrir en el interior del corazón”, dentro de la programación de la Real Academia de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes, cómo no. A mí me encantó y creo que al auditorio también, porque nos tuvo algo más de una hora con las cejas levantadas y el corazón encogido. El corazón ha tenido siempre la particularidad de ser imprevisible; incluso dicen que tiene razones que la razón no entiende.
Pero la conferencia no se centró ni en la supuesta fábrica de los amores, ni en las caprichosas flechas de Cupido, ni en las locuras de ese músculo palpitante que nos mantiene, a lo Tolstoi, en pie de guerra y paz. El Dr. Revuelta nos llevó de la mano por las interioridades físicas del corazón, y era como si estuviéramos recorriendo el callejón Cróquer y las estrechas calles de esta Isla a la que le sigue faltando ese bombeo de sangre tan necesario para la vida. Nos enteramos de muchas cosas, de que el corazón tiene en sus adentros unas cuerdas más resistentes que el acero o el hormigón, de que forman una estructura y un andamiaje maravilloso parecido a las galaxias o a los huracanes, aunque a veces se rompen. La curiosidad y la admiración de aquellas cosas, cuyas causas están ocultas, han llevado al Dr. Revuelta a adentrarse en ese mundo microscópico, a investigar y a buscar la forma de sustituir esas cuerdas cuando se rompen.
Lo dicho, un niño cañaílla inquieto y lleno de ilusión por descubrir. Lástima que este país, dedicado en cuerpo y alma a ver cómo va lo de Cataluña, no invierta mucho más en investigación, que es la que realmente nos hace libres, nos protege y en definitiva nos independiza. Nos iría mucho mejor. En todo caso, he vuelto al manicomio con fuerzas renovadas y con el corazón rejuvenecido, sabedor de que dentro del pecho me late una auténtica maravilla.
Por eso quiero desde mi locura agradecerle a nuestro paisano su brillante conferencia, no solo por lo que dijo, sino por la sencillez con que lo dijo. Para este loco es un orgullo ser de La Isla como él. Y quiero que sepa que cada vez que voy caminito del Mercadona del Parque, como buen jubilado que hace los mandados que le mandan, leo con alegría su nombre estampado en la pared de su calle “Dr. Revuelta Soba”. Un abrazo.
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