¿Existió la Atlántida? Pues sí, pudo existir. Sin embargo, por aquí, sólo hablan o escriben de la Atlántida los locos y los poetas. Nadie en su sano juicio osa afirmar que quizás el mito más poderoso de todos los tiempos, la ciudad castigada por la cólera de los dioses y sepultada bajo el agua y el fango, bien pudieraser una realidad histórica, una obra colosal de nuestra prehistoria. En efecto, su existencia en un pasado remoto es más que probable, erigida, además, sobre nuestra tierra, sobre lo que hoy conocemos como Andalucía. Puede sorprender esta afirmación, pero también causó una gran conmoción el descubrimiento de Troya, cuando la ciencia, hasta ese momento, había pensado que no se trataba más que de un hermoso mito homérico. ¿Qué la Atlántida existió? Tú estás loco, chaval. Has visto demasiadas películas de ciencia-ficción. No, no apuntamos hacia esa posibilidad por simple empacho de cine futurista, al que somos muy aficionados, no obstante. Lo hacemos, entre otras cosas, porque lo afirmó, nada más ni nada menos, que el mismísimo Platón, secundado por otras muchas voces y mitos de la antigüedad, que nos cantaron las civilizaciones y los reinos formidables del país del Mediterráneo occidental, tras el que se ponía el sol bajo la gran mar océana.O sea, el de nuestros ancestros.
¿Dónde puede encontrarse la Atlántida? A día de hoy no lo sabemos. Pero Platón afirmó que se encontraba algo más allá de las Columnas de Hércules y que el urbanismo de la ciudad se erigía sobre una serie de islas concéntricas, separadas por canales navegables y con un gran templo en la isla central, donde se encontraba, también, el palacio real. Con esta descripción, algunos han querido ubicarla en la isla de Santorini, en Grecia, o en Las Canarias, o en las profundidades del Atlántico. Sin embargo, la mayoría de los textos remiten su posible localización a Andalucía la Baja, entre Cádiz, Huelva y Sevilla. La ciencia, sin evidencias arqueológicas, no puede, como es natural, afirmar ni negar. Sin embargo, la literatura y los divulgadores abonan esta posibilidad al límite de sus posibilidades deductivas. El documental de David Cameron – un español no se atrevería a rodarlo – después de analizar muchas otras localizaciones, parece inclinarse con rotundidad por este espacio geográfico. Manuel Cuevas, con la ayuda de fotos aéreas, apunta a que se pudiera encontrar en las cercanías de esa ciudad mágica que es Sanlúcar de Barrameda. G.C. Aethelman, en su sorprendente libro Atlántida, afirma que la localización más probable sería bajo Isla Mayor, en la marisma del Guadalquivir. En mi novela El librero de la Atlántida, la localizo también bajo los sedimentos de las marismas de nuestro gran río. No es ciencia, desde luego, pero sí deducción divulgadora. Corresponde a la arqueología descubrir o rechazar estas hipótesis que, hasta ahora, son consideradas como simple fantasía.
Nada se puede afirmar, pero, tampoco, nada se puede desechar. Pese al general descreimiento, es muy probable que la Atlántida existiera y que su eco llegara hasta el gran filósofo griego, custodiado en los templos egipcios a los que acudió Solón en busca de sabiduría. Si Platón la hubiera ubicado en cualquier otra localización, sus herederos se aprestarían a localizarla y a ensalzarla. A nosotros, por un extraño pudor histórico que nos impide habitar y sentirnos orgullosos de nuestra propia historia, nos avergüenza, siquiera, apuntar su existencia. Así somos y así nos va. Menos mal que, al menos, los locos y los poetas siguen glosando a esa ancestral civilización de la que, de alguna manera, podemos sentirnos herederos. ¿Qué somos atlantes? Ahora sí que has perdido la cabeza, chaval. O no, quién sabe…..
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