No hay mejor forma de romper una negociación que pedir lo imposible. Gerardo Díaz Ferrán ha declarado que ?espera que se le pase pronto el berrinche al presidente?.
No hay mejor forma de romper una negociación que pedir lo imposible. Gerardo Díaz Ferrán ha declarado que “espera que se le pase pronto el berrinche al presidente”. No parece una forma muy respetuosa de referirse al presidente constitucional del Gobierno de España.
Es el mismo líder empresarial que pidió la suspensión de la economía de mercado mientras durase la crisis y que afirmó, cuando pensaba que el micrófono estaba cerrado, la falta de condiciones de liderazgo de Zapatero mientras afirmaba textualmente que la que era “cojonuda” era Esperanza Aguirre. Ahora, después de un largo proceso de un año, ha roto la baraja planteando como condición imprescindible para el acuerdo social la reforma laboral. Pasar de 45 días por año de indemnización por despido improcedente a 20 días es reducir la defensa del trabajador a la mitad en unos tiempos en los que se están conociendo las indemnizaciones millonarias, en euros, de los directivos empresariales.
No están los tiempos para que los empresarios saquen pecho cuando hay cuatro millones y medio de empresarios en paro y el Gobierno está haciendo un sobreesfuerzo para no dejar a nadie sin un mínimo de cobertura económica. Durante los últimos años los sindicatos han dado muestras de una extraordinaria prudencia mientras los beneficios empresariales han pasado momentos de gloria y crecían exponencialmente cada trimestre. Nadie, desde la CEOE, planteó un reparto de los beneficios con los trabajadores y el mensaje monocorde era el de moderación salarial para aprovechar el buen momento de la economía. Es de esperar que a Díaz Ferrán se le acabe pronto el ataque de soberbia porque un otoño caliente es malo para los trabajadores y también malo para los empresarios y malo para España. Si el presidente de la CEOE se ha sumado a la tesis del PP de que “cuanto peor, mejor”, se pueden hacer unos agujeros en la economía española justo cuando la concertación es el instrumento imprescindible para cambiar la señas de identidad de la economía española lastrada por el ladrillo.