Cataluña

Publicado: 10/10/2017
Los discursos de Vargas Llosa y de Josep Borrell han calado por su mensaje universal
No puede nadie cansarse de hablar o de oír hablar de Cataluña. Puede resultar cansino, pero su calado político es inmenso.
No se exagera si se dice que al hablar de Cataluña se está hablando de España y de Europa. Se equivoca quien crea que es una hipérbole. Nos encontramos en el dilema de Europa desde que empezó su construcción política.

La lucha de Europa cuando renace de sus cenizas es contra los totalitarismos y los nacionalismos. Es su nacimiento y de nuevo Europa se halla frente a sus demonios. Los movimientos de rechazo al que piensa distinto, al que viste distinto, al que habla diferente, al que viene de fuera, al que cree de otra manera, al que se cree superior , al que cierra puertas, al que rechaza al diferente. Esto se puede producir en comunidades de ámbito nacional - es el caso de Polonia o Hungría en la actual Unión Europea- pero lo es también de Cataluña - lo diga un troskista o un anarco , autoproclamados de izquierdas,  o un nacionalista rancio que bebe en el arcano de un pasado seudoinventado y crean un universo ficticio pero siempre frente a otros.

Los discursos de Vargas Llosa y de Josep Borrell han calado por su mensaje universal. Fueron lo contrario del provincianismo, de la cerrazón, del egoísmo, de la mirada cerrada. Abrieron puertas a Cataluña y el mundo. Da igual no recordar lo que dijeron. Lo dijeron y sus palabra contras las fronteras artificiales, la ceguera intelectual y la sordera haca los sones nuevos del mundo resuenan en los corazones de buena voluntad que se emocionaron con palabras que contenían esperanza, fraternidad, apertura, razón, futuro, hermandad , ciudadanía del mundo y que enterraban los odios seculares de Europa. Pocas veces un país se ha identificado con discursos tan cortos y tan directos.

España juega hoy una carta decisiva. No es lo mismo que se declare o no la independencia de una parte de territorio histórico y de una parte de sus gentes. Romper no es indiferente. Quebrar la historia no es baladí. Finiquitar lazos de siglos y de profundidades del corazón no es  inocuo. Recuerden Yugoslavia. Memento Sbrenica. Nada que se hace contra los otros deja de tener heridas. Apelar  al diálogo y al entendimiento es la mejor noticia que pueden resonar en nuestros oídos. No minusvalorar los riesgos  es un buen ejercicio para evitar - si se  puede- una tragedia.

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