Además de tenerla, porque está ahí, hay que mimarla -y Costas hace muchos años que no regenera la arena ante el silencio municipal que ya debería haber protestado con firmeza- y dotarla de los servicios que compensen esa condición de playa alejada de la ciudad y necesitada de un transporte público infinitamente mejor que el que existe en la actualidad.
No es de recibo, entre otras muchas carencias, que sea más fácil trasladarse a Torregorda o a Cortadura que a Camposoto, lo que inicia el problema anual de colapsar las mayores bolsas de aparcamientos que se conocen en muchos kilómetros a la redonda. Pero si no hay alternativas, hay caos. A pesar de que coyunturalmente haya sitio para aparcar.
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