çY es que, aunque los accidentes y negligencias son parte del problema, la mayoría de los fuegos están animados por el propósito de quemar. Aún se recuerdan los 1.900 focos declarados en Galicia entre el 4 y el 15 de agosto de 2006. Esas fechas quedaron grabadas en la memoria ciudadana porque la alarma conmocionó a la sociedad ya que, vista la magnitud del fenómeno y las versiones imaginadas que hablaban de motoristas armados con teas moviéndose campo a través, se llegó a pensar que se enfrentaba al desafío de grupos mafiosos del crimen organizado. Tampoco puede olvidarse el gran incendio de Guadalajara, que dejó tras de sí el rastro de la muerte entre el personal que ayudaba a su extinción. Algunos por negligencia y otros por interés en las tierras quemadas, lo cierto es que el fuego y el verano se han convertido en elementos tristemente paralelos, por lo que es hora de que se tomen las medidas para acabar con esta relación. La ley se ha endurecido para evitar la especulación con los terrenos quemados, pero se necesita ser más persuasivos.
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