El trampantojo es definido por Wikipedia como “una técnica pictórica que intenta engañar la vista… consiguiendo una realidad intensificada o sustitución de la realidad” O, aquí va otra :”Ilusión óptica o trampa con que se engaña a una persona haciéndole creer que ve algo distinto a lo que en realidad ve; especialmente, paisaje pintado en una superficie que simula una imagen real”.
Así que puesto que ‘Maudie, el color de la vida’ -producción canadiense de 115 minutos de metraje, dirigida por la cineasta irlandesa Aisling Walsh, cosecha del 58, escrita por Sherry White, bellamente fotografiada por Guy Godfree y con una buena banda sonora de Michael Timmins- retrata a un personaje real, la artista folk canadiense nacida Maud Dowley(1903-1970), conocida como Maudie Lewis en función de su matrimonio, vamos a desvelar algunas de las mixtificaciones y trampantojos que contiene esta película.
La protagonista sufrió desde niña una grave y muy dolorosa artritis reumatoide. Y quedó huérfana en la treintena, estando sobreprotegida por su familia, pero el hermano heredó la casa familiar, según las reglas patriarcales de la época, y tuvo que irse a vivir con su tía, que también la controlaba cuestionando su autonomía. Así que respondió a un anuncio de trabajo para ayudarle en las tareas domésticas de un rudo pescador local, Everett Lewis, con el que contrajo matrimonio pocas semanas después.
El relato fílmico expone estos antecedentes y se centra en la relación entre ambos cónyuges. Y sí, se nota la mirada de mujer tras la cámara en su amor por el personaje femenino, destacando sus inquebrantables valentía, determinación y talento, pese a su discapacidad y a la contra de ella.
Pero edulcora lastimosamente el retrato del masculino, algo brusco y hosco, incapaz de un gesto cariñoso, ni de valorar el talento de su mujer. Se enfatiza, incluso, que, pese a ser gruñón, le “permitió” expresar su creatividad. Pese a todo ello, le redime al final.
Lo cierto es que consultadas en google biografías muy solventes de la artista como el libro ‘Maud Lewis. The heart on the door’, de Lance Gerard Woolaver, nos dan la medida de la mixtificación. Es este mismo autor el que señala, habiendo visto la película, que, al contrario de lo contado en ella, “la verdad es que la vida de Maudie fue brutal y la enormidad de su lucha también…”. Ya que su marido, en realidad, la aisló de sus vecinos y la explotó para que pintara sus cuadros, que interesaban a célebres personajes de la época.
El “buen” hombre acumuló a su costa 22.000 dólares pero su casa era paupérrima, sin calefacción, ni agua caliente, ni las mínimas comodidades, que una persona, tan enferma y con dolores atroces como la artista, hubiera necesitado. En cuanto a la historia de su hija, tan llena de sentimientos en ella, fue justamente al revés. Nunca quiso conocerla, pese a los intentos de la joven…
Vamos que si no se hubiera tratado de personajes reales, habría podido pasar por una película sensible y delicada, con algunas aristas duras, pero leído lo leído, como que no… Sally Hawkins está soberbia y Ethan Hawke, digno, sí. Pero, se insiste, lo que no es, no es.