Los Benjumea siguen determinando, de alguna forma, el destino de Abengoa. La familia preponderante de entre las cinco que controlaban la empresa industrial andaluza hasta el pasado marzo, o más bien las divisiones que dentro de ella estaban soterradas y revivieron a raíz de la caída del grupo en 2015, tiene a uno de sus miembros clave en un puesto igualmente clave en el Banco Santander. Sí, en el que era el principal acreedor financiero con 1.500 millones, y que actúo y actúa en la sombra dirigiendo los hilos de la empresa a través del hoy presidente ejecutivo, Gonzalo Urquijo.
Se trata de Javier García-Carranza Benjumea, sobrino del expresidente de Abengoa Felipe Benjumea y enfrentado a él dentro de Inversión Corporativa (IC), la empresa de esas cinco familias que sigue controlando Felipe pese a la rebelión interna. Llegó a Santander en agosto de 2015, justo cuando sus tíos Felipe y Javier Benjumea acababan de visitar a inicios de ese mes al presidente del banco en España, Rodrigo Echenique, para pedirle apoyo en la ampliación de capital de 650 millones necesaria para sobrevivir.
Echenique y García-Carranza decidieron entonces que había que apartar a Felipe de la presidencia para que esa operación saliera adelante. Logrado el objetivo, tras cesar en septiembre de 2015, tampoco dieron luz verde a la nueva inyección y trataron de que fuera una empresa la que rescatara a Abengoa, evitando así destinar más recursos a la decadente Abengoa. Un papel importante en Santander lo juega también en toda esta operativa Ignacio Benjumea Cabeza de Vaca, consejero del banco y secretario de su consejo igualmente crítico con la gestión de su primo Felipe Benjumea y al tiempo muy cercano a la presidenta de Santander, Ana Patricia Botín.
Ese caballero blanco que salvara a Abengoa fue el grupo vasco Gestamp, quien contaba también con el respaldo del Gobierno central para esta operación. Pero la intención de García-Carranza era que o bien él o bien su tío Javier Benjumea asumieran la presidencia de la empresa. Algo a lo que se negaron los hermanos Jon y Francisco Riberas, dueños de Gestamp. Por eso le negaron la financiación a Gestamp para salvar Abengoa, lo que unido a la falta de entendimiento entre los Riberas y Felipe Benjumea (expresidente pero aún representante del entonces primer accionista, IC) dio al traste con esa operación. Y Abengoa se declaró en preconcurso en noviembre de 2015.
Hoy, la situación ha cambiado poco. Gonzalo Urquijo, a quien García-Carranza situó en la presidencia en noviembre pasado tras introducirlo como asesor del consejo mese antes (en verano), despacha habitualmente con su mentor. Santander, paradójicamente, ha vendido casi todas sus acciones en Abengoa al poco de que los nuevos dueños (fondos y bancos) asumieron el capital tras la reestructuración financiera. Pero ambos se reúnen en la nueva sede de la empresa en Madrid, así como en restaurantes de postín de la capital. Los empleados, ante ello, se preguntan quién manda realmente en la compañía.
Más allá de estos hechos, la cuestión está en si Banco Santander, a tenor de su capacidad de poner y quitar presidentes, o autorizar o abortar operaciones corporativas, puede ser considerado administrador de hecho en Abengoa en los dos últimos años. Lo que abriría la puerta a que acreedores financieros, accionistas y otros perjudicados puedan reclamarle indemnizaciones ante la justicia.
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