La salita de Moy

El Rocío de la lujuria, de los borrachos...

El Rocío es ese momento, esa romería que divide el sentir de los andaluces en la más pura radicalidad...

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Cohetes al cielo. Flautas y tamboriles al compás. Y mil “vivas” a la Blanca Paloma. Caminos y arena. Talegas con vienas y salchichones de Cortegana. Una pará y un botellín. Un Ave María y una lágrima por la mejilla... Pasa, pasa, que en esta salita ya se escucha un “¡Viva el Rocío!”.

El Rocío es ese momento, esa romería que divide el sentir de los andaluces en la más pura radicalidad. Porque es sencillo. O amas hasta la eternidad a la Señora y tus sueños te visten de romero o sencillamente odias como a tu peor enemigo a todo aquel que forma parte de la “fiesta” y la “juerga”. Son los días en los que los dedos índices te apuntan y sentencian en un juicio popular por el mero hecho de sentirte rociero, por ir con tu hermandad, con tu familia y amigos a derramar todo tu amor ante la Virgen del Rocío. “Criminales” que se esconden por las vereas para cometer sus crímenes en el más riguroso silencio.

El desconocimiento es el mejor aliado para enfrentarse a todos aquellos injustificados peregrinos que portan una medalla vieja en el pecho, para mirar de reojo a esos “brutísimos” almonteños que un día de esto van a tirar a la Virgen con tantísimos meneos. No cabe en cabeza humana que la gente se llenen de agua, entre las “moñigas” de los bueyes, para sentirse bautizados como si el Quema fuera el mismísimo río Jordán...

Pero lo fácil es atizar sin saber. Sacarle punta a ese catavinos que da de beber al romero. A esos palé de botellines y a los sacos de hielos que enfrían las copas en las neveras de corcho. Para el que no tiene ni idea, la romería del Rocío es una Feria en potencia, una excusa para la lujuria y las borracheras. Y no saben que es la religión más pura y sincera. La carta de amor con remite a la Santísima Virgen. El ejercicio más humano de compartir todo lo que es tuyo con el hermano que camina a tu vera. Que si una aldea de las antiguas chozas y acebuchales congrega a cientos de miles corazones rocieros será porque hay uno que late con una fuerza inmensa, que marca el pulso de tantas vidas congregadas ante la ermita de las marismas.

No, no me vale que me prejuzgues por ser sencillamente rociero, por amar a la Virgen de los almonteños entendiendo la condición social y espiritual de los que la custodian y cargan. No me sirve que me tildes de lo que nace de tu desafiante razonamiento. Porque lo que yo vivo no es tu duda, sino mi verdad. Y sólo puedo remediarlo de una manera concisa y directa, tendiéndote mi mano como buen hermano para que te adentres y llenes tu alma de arena y alcances la bendita gracia no de nacer sino de hacerte rociero.

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