Si se hubiesen cumplido las profecías Susana Díaz habría decorado ya su despacho en Ferraz, se habría abierto la veda para encontrarle sustitutos al frente de la Junta y de la Secretaría General del PSOE andaluz y Pedro Sánchez sería hoy poco más que un cadáver político. Pero no. La moneda al aire salió cruz y la jefa del Ejecutivo andaluz volvió de Madrid en AVE el pasado lunes masticando derrota. De eso hace apenas una semana, pero sus aspiraciones y su estrategia política han mutado a tal velocidad en tan sólo siete días que donde antes había dagas sobrevolando cabezas ahora sólo se habla de “lealtad”, de “arrimar el hombro” y de “generosidad”.
La elección este fin de semana en las ocho provincias de los 255 delegados andaluces que deben asistir en Madrid a la coronación oficial de Pedro Sánchez estuvo a un diminuto paso de ver estallar otra guerra. La primera consigna de Díaz con el corazón aún caliente fue que decidieran las bases en lugar de pactar las listas. Hubo cruce de reproches y al final se optó por la vía del consenso. Si la mayor federación territorial del socialismo está herida mejor será coserla, aunque de momento parezca sólo un apaño, antes de que se resquebraje. Susana Díaz se enmendó a sí misma y lanzó una contraorden: acordar con el sanchismo la distribución de fuerzas en las delegaciones que asistirán al Congreso Federal o, lo que es lo mismo, cuántos nombres de cada provincia representan a cada una de las tendencias en las que se ha fracturado el partido. Al final en los ocho congresillos ha habido una única lista con porcentajes de unos y otros que en mayor o menor medida son acordes con lo que dictaron las urnas el día 21.
En el recuento final los susanistas han logrado 185 representantes, los de Sánchez otros 68 y los afines a Patxi López se conforman con un par de rostros testimoniales al haberse diluido ya toda su fuerza. Pero que en las ocho provincias se haya votado una única lista, con respaldos medios del 90% y por aclamación incluso en algunos casos, no quiere decir que no haya habido fracturas. La más significativa en Huelva, donde los sanchistas denuncian que la corriente de Díaz no ha dialogado y sólo han logrado colar un delegado entre los 18 que viajarán el 16 de junio a Madrid. Salvo ese encontronazo que puede seguir sangrando, el PSOE-A se congratuló ayer por boca de su secretario de Organización, Juan Cornejo, de que las listas únicas que han logrado hilvanar sean “fruto de la integración y el consenso, tal y como nos lo había trasladado la secretaria general del PSOE de Andalucía, Susana Díaz”.
Tregua hasta el Regional
Y es que esa paz forzada esconde buena parte de las claves de lo que ocurra en el futuro. Tras ese amago de sublevación y de no aceptar el consejo de respetar en el Comité Federal la proporción de las primarias, Díaz plegó velas para enfundarse el traje de la integración y la “generosidad”. Generosidad es la palabra de moda en el socialismo andaluz. Nadie quiere ahora guerras desde que el miércoles se entonara el “se acabó”.
Ese nuevo antibelicismo no es casual. Díaz podía haberse vengado dejando a sanchistas como Gómez de Celis o Toscano sin silla en el Federal porque no habrían reunido un 20% de apoyos, pero dictó la consigna de hacerles hueco en la lista de consenso de Sevilla (41 susanistas, con ella a la cabeza, y 15 sanchistas). A cambio se guarda en la manga un valioso as: reclamará la misma tregua cuando a final de julio toque votarla a ella. Si el sanchismo tiene memoria (a Díaz le sobra) no debería haber cruentas batallas en el Congreso Regional. O sí...
El PP-A la intuye “achicharrada”
El PP-A aprovechó este domingo para volver a hacer sangre con la derrota en las primarias. Su vicesecretaria de Política Municipal y Desarrollo Rural, Maribel Lozano, se remitió al insistente rumor que apunta a un inminente cambio de rostros en el Gobierno de Díaz para recomendarle que se retire ella porque la batalla por Ferraz la dejó “achicharrada”. Tras “abandonar” Andalucía, insistió, regresa ahora “porque sus compañeros le dijeron no”.