—No es la primera vez que usted gana un premio, ¿qué tiene de especial éste?
—Lo principal es que te da la posibilidad de publicar un libro más, porque el panorama, al menos poético, si no te presentas a certámenes es prácticamente imposible publicar. Así que no es sólo un premio más, sino que a través de la editorial Pretextos, que es bastante importante, tendré la oportunidad de sacar otro libro.
—¿Por qué la poesía se ha convertido en un género para minorías?
—En los últimos tiempos, desde hace mucho, la poesía está en un segundo plano literario. La novela, el cuento, abarcan un abanico mucho más amplio de lectores. Pero la poesía no suele gustar por varias razones: en primer lugar porque no existe costumbre de leer poesía; en segundo lugar porque la poesía de hoy en día es la que viene de ciertos grupos concretos, con intereses muy particulares. Y por tanto, la poesía que se edita no es la mejor, sino la que conviene a las miradas de ciertos grupos.
—Dicen de usted que es un poeta al margen de modas y grupos...
—Posiblemente. No escribo poesía guiado por los gustos estéticos del momento, siempre he estado al margen de las modas. Y tampoco me gustan los grupos, detesto el gregarismo.
—¿Busca conscientemente la adecuación entre el contenido y la forma?
—Conscientemente no creo que ningún escritor se esfuerce en eso, sino que sale directamente con la forma que tengas de expresarte. De todos modos pienso que la poesía digna ha de tener una relación muy estrecha entre el fondo y la forma. No podemos emplear para un tema jocoso o afectivo versos solemnes, del mismo modo que no podemos tratar un tema solemne con versos saltarines.
—¿Qué ha pasado en España para que la poesía deje de ser algo popular?
—En España, la poesía popular está denostada. Hoy muy poca gente escribe y no existe el mismo interés que hace 50 o 60 años. También es muy complicado atraverse, porque después de la obra de Lorca, que fue un genio, todo podría parecer una imitación. Tampoco está de moda la copla, que tiene un componente bastante importante de poesía popular.
—¿Es Sanlúcar una fuente de inspiración para usted?
—Para nada. Me gustaría que Sanlúcar fuera otra cosa, pero deja mucho que desear. Creo que desde los tiempos de Cervantes hasta ahora ha evolucionado poco en lo que a cultura se refiere. Y es una pena porque se encuentra en un entorno fantástico, privilegiado, pero la gente debería cambiar un poco.
—¿Y las nuevas generaciones, dan esperanzas de cambio?
—Bueno, yo creo que las cosas van a cambiar, pero a peor. Para saber qué va a ser de la sociedad del futuro sólo hay que fijarse en la juventud. Hoy en día, la mayoría sólo está interesada en el hedonismo, en los placeres, en conseguir todo lo que quieren, con muy poco esfuerzo No les interesa la formación, ni estudiar, ni la cultura... como lo tienen tan fácil. El problema llegará cuando eso se les acabe, y no estén formados como individuos. Y no me refiero al ámbito académico, sino al personal.
—¿Pero entonces las cosas no van a cambiar?
—No tengo ni idea. Todo dependerá de los dirigentes que tengamos. Porque si a la gente se le educa en la música, la literatura, la sensibilidad por el arte... Pero si se educa en el pelotazo, en el sablazo, en lo fácil, en que lo importante es el dinero... evidentemente las cosas no cambiarán. Nada más hay que escuchar la pseudomúsica que se está haciendo en los últimos años, las letras pasivas, facilonas...
—¿Y para cuándo el próximo libro?
—Pues para cuando quieran preciarme. Ahora acabo de terminar uno, un poemario, y está guardado en el cajón. Lo enviaré a algún certamen, porque en las editoriales, como te dije, es muy difícil, y yo no tengo posibilidad de conocer gente...
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