En el corazón de Torremolinos, en la Plaza Costa del Sol, frente a la calle San Miguel, se alza la Casa de María Barrabino. Elocuente testigo del tiempo, que se ha ensañado con ella, y construída a finales del siglo XIX, la Casa de María Barrabino ha visto pasar las glorias e infortunios de Torremolinos.
Por la casa, deshabitada desde 1997, se ha interesado últimamente el Ayuntamiento, que, previos los acuerdos que se pacten con los propietarios, proyecta reformarla y abrir en ella un centro de arte contemporáneo, a fin de revitalizar el centro histórico del municipio.
En otros tiempos pertenecía a la finca de doña María Barrabino gran parte de la ahora denominada Plaza Costa del Sol, así como de la entrada de la avenida de los Manantiales y la Plaza de la Independencia. En 1940 Doña María donó terrenos por un precio simbólico. Igualmente donó el terreno para la construcción de la Iglesia Madre del Buen Consejo.
No tenemos suficientes datos de nuestro personaje y nos limitamos a transcribir los recogidos por Antonio Ruiz Domínguez. Considerada como ilustre malagueña, aunque no era nativa de Málaga, María Barrabino vio la luz primera en Córdoba, en el año 1866. Con apenas año y medio perdió a su padre. Su madre se casó de nuevo, esta vez con un adinerado empresario genovés. La infancia, adolescencia y juventud de María transcurrió entre Córdoba y Torremolinos. Fue en Torremolinos donde pasaba más tiempo y donde se estableció definitivamente. De su tía doña María Melgar heredó la casa, conocida como Hacienda San Miguel, y en ella fijó su residencia.
María Barrabino contrajo matrimonio con Rafael Sanz Noguer. Fruto del enlace fueron sus hijas Carmen y Lourdes. En su propia casa, ayudada por sus hijas en tiempos de extremada penuria, preparaba María Barrabino comidas para los necesitados, además de hacer otras grandes caridades.
En el muro de la finca que da a la calle dedicada a la memoria de Doña María, existe una hornacina con un Cristo en su interior, hornacina que correspondía a una de las catorce del Vía Crucis que se extendía desde la Plaza Costa del Sol hasta la cima del barrio de El Calvario, así denominado precisamente por este Vía Crucis, tal como señala el escritor malagueño José María Souvirón en su novela ‘Cristo en Torremolinos’.
La casa de María Barrabino continúa en pie, como enhiesto emblema del pueblo.
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