El primer acto simbólico de las primarias socialistas, el de la recogida de avales,acabó por zancadillear la pasada semana el ritmo marcial que supuestamente marcaba Susana Díaz hacia Ferraz. En el guión oficial estaba marcada a fuego la fecha del jueves 4 de mayo como prólogo de la victoria final, una suerte de abrumador anticipo de que la militancia acabaría por encumbrarla el día 21. Su equipo llegó a alardear días antes de que había superado con creces los apoyos que logró reunir Pedro Sánchez en 2014 e incluso se vaticinó que a partir de ahí la presidenta podría incluso duplicar el número de firmas que presentase ese día su enconado enemigo. Al final hubo triunfo pero por apenas 6.000 avales, con el exsecretario general transformado de nuevo en eterno superviviente y el temor en el equipo de la baronesa andaluza, ahora sí, de que no todo estaba tan atado.
El relato de la trastienda socialista del último año y medio ya aventuraba que el partido estaba hecho añicos y aislado entre susanistas y pedristas, norte y sur. Lo que queda ahora en suspenso es el doble axioma con el que habían jugado los partidarios de Susana Díaz en Andalucía desde octubre, cuando Sánchez fue descabalgado y se comenzó a diseñar el asalto final a la Secretaría General mil veces negado y no confirmado hasta el 26 de marzo. Esa teoría estaba alimentada, entre otros ingredientes, con la hipótesis de que sólo el tirón de la mayor federación territorial del partido bastaría para decantar el triunfo y se dudaba además, por añadidura, del poder de penetración de Sánchez en el feudo de la presidenta. Esos dos cimientos se han tambaleado.
Cierto que los avales no son votos, pero sí síntomas. En Andalucía la maquinaria del PSOE-A estaba tan engrasada a favor de su abanderada que pocos quisieron o supieron otear que el enemigo echaba raíces en casa. Cuando los críticos se reunieron en un hotel sevillano en diciembre se infravaloró su poder. Luego se restó importancia al movimiento que asomaba en las agrupaciones locales y no fue hasta el masivo acto de Dos Hermanas de enero donde Sánchez anunció su candidatura cuando se les comenzó a tomar en serio. Son aún minoría en la todopoderosa federación andaluza, pero en la sede de San Vicente han tomado ya nota de que esa amalgama de replicantes (contrarios a la concepción particular del poder de Díaz, enemigos de la abstención en la investidura de Rajoy, partidarios del acercamiento a Podemos o históricos con cuentas pendientes) ha sacado pecho. “Hacen tanto ruido que parece incluso que son más”, confiesa a este medio alguien cercano a la dirección socialista.
Sin el aparato
El dato frío y objetivo es que Susana Díaz arrasó en Andalucía triplicando los avales de Sánchez. En torno a 25.000 por los 8.000 del exsecretario general. La lectura en clave interna es otra: los partidarios del líder caído en octubre sabían que jugaban en campo ajeno y denuncian en privado una campaña de acoso y derribo del aparato oficial a los militantes para obtener respaldos. Se presionó para obtener avales y se habla incluso de alcaldes reticentes a acudir a los mítines de Sánchez por temor a tirones de orejas. De ahí que se coloque sobre un pedestal los 8.000 avales en tierra de Díaz y se augure que cuando toque votar y la papeleta sea anónima puede haber terremoto.
El último mazazo para la presidenta ha sido comprobar que Andalucía tira de su carro, pero que ese empuje puede ser insuficiente si se repiten los sonoros batacazos en Cataluña, el País Vasco o la Comunidad Valenciana.
Ataque en viernes, paz en domingo
Superado el susto de los avales, Susana Díaz ha retomado el tono presuntamente conciliador en sus actos en Zaragoza y Huesca. Allí volvió a prometer que si vence en las primeras intentará cicatrizar heridas con Sánchez y López para hacer “un PSOE ganador”. Ésa era la versión pacifista del domingo, porque el viernes tachó al primero de “segundón” y su equipo no tuvo empachos en especular con el fraude en sus avales...