John Wick: Pacto de Sangre (2017) me ha volado la cabeza. No literalmente, gracias a Dios —y con esto no pongo en duda la certera puntería de nuestro amado Keanu Reeves—, pero sí metafóricamente hablando.
Es normal que no tengas ni idea de lo que estoy hablando, puesto que la crítica de hoy se centra en la secuela de una película (John Wick, 2014) que no llegó a estrenarse en las salas de cine españolas, pero voy a intentar ponerte en contexto antes de profundizar más en el análisis que nos ocupa.
Para entrar en situación: John Wick es un asesino letal más cercano a la leyenda que a cualquier otro calificativo mundano, cuya vida se tornó en suplicio tras la pérdida de su esposa.
Ya retirado de su antiguo y sanguinolento oficio, se vio obligado a volver a empuñar un arma en busca de venganza, pues el último recuerdo legado por su amada, un lindo perrete, le fue arrebatado por la osadía de un iluso sin escrúpulos. Despertaron al diablo y las balas comenzaron a silbar sobre sus temerosas cabezas.
Si en la primera entrega me quedé algo tibio a las puertas de un maravilloso mundo al que solo me asomé de reojo y no con demasiado interés, en esta estupenda secuela me he zambullido de lleno ante la genial expansión del universo comiquero de letales asesinos que ha desplegado Chad Stahelski, su director, dando rienda suelta a la aparición de nuevos elementos de interés mientras se profundiza en los ya conocidos de su mitología: un hotel donde los asesinos pueden descansar sin temor alguno; sagrados pactos de sangre que se cobran como pagarés; contratos abiertos en los que poner precio a cualquier enemigo, etc.
La consagración estética, un paso más allá en la búsqueda del excelente acabado visual que ya ostentaba su predecesora, hará las delicias de las retinas más nerviosas, aunque mareará y cansará a aquellas de carácter más sosegado. Pero es que esta es una peli concebida por y para las primeras, ideal para disfrutar ante la gran pantalla.
El detalle que ha terminado por ganarme del todo me sitúa ante el extravagante arco de Jonathan Wick, a priori simplista, pero ambiguo una vez se intenta profundizar en sus acciones. Me intrigan sus inquietudes, su inútil búsqueda de paz en la guerra.
¿Por qué sigue aferrándose a la vida de esa manera? ¿Por qué no pone fin a la leyenda de una vez y se deja abrazar por el ángel de la muerte? Tal vez porque él es la propia muerte. O porque necesita de esa vorágine de sangre y violencia para no caer en la cuenta de que ya no le queda absolutamente nada por lo que vivir. El caso es que quiero más John Wick y no puedo esperar al cierre de su trilogía.
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