¿Dónde fue enterrado Jesús el 3 de abril del año 33?

Publicado: 08/04/2017
¿Murió realmente? Estas son algunas de las preguntas que intenta resolver, con distintos argumentos jurídicos, el juez Raúl Calderón
¿Dónde fue enterrado Jesús el 3 de abril del año 33? ¿Murió realmente? Estas son algunas de las preguntas que intenta resolver, con distintos argumentos jurídicos, el juez Raúl Calderón, en la última edición, la cuarta, de su libro "Proceso a un inocente", que verá la luz en próximos meses.

Recientemente, en el mes de marzo, se presentaban en Jerusalén los últimos descubrimientos en torno al Santo Sepulcro de Jerusaléns, después de que en octubre de 2016 se abriera la lápida del que se venera como el lugar donde estuvo enterrado Jesús durante tres días antes de resucitar.

Los datos aportados ahora por esta investigación, junto a los últimos estudios de otros elementos como el sudario de Oviedo, confirman, según Calderón, las teorías que él defiende desde hace años desde un punto de vista jurídico.

Para contestar esas preguntas, el juez hace especial hincapié en la forma en la que murió Jesús, pues esta dejó rastros característicos, manchas de líquidos, en los lugares por los que pasó ya cadáver o las telas con las que fue tapado, como el sudario de Oviedo o la sábana santa de Turín.

Así, la tortura romana durante 45 minutos con el flagelo, para intentar sonsacarle la verdad al acusado, le dejaron marcadas en el cuerpo unas 120 heridas, y la corona, un casquete de espinas, más de 32 heridas punzantes en todo el cuero cabelludo.

La combinación de los textos evangélicos, con otras fuentes externas, permiten a Raúl Calderón fijar una cronología de la ejecución de la condena de Jesús, de forma que establece que lo crucificaron en torno a las 12.00 horas, muere a las 15.00 y hasta las 18.00 es el tiempo que tienen para resolver los trámites burocráticos ante la autoridad romana y llevarlo al sepulcro que se encontraba a unos veinte minutos del lugar de la crucifixión.

Allí llegarían entre las 18.30 y las 18.45 horas, justo para dejar el cuerpo e irse a sus casas porque a las 19.00 comenzaba el 'sabbath' judío que todo el mundo respetaba, especialmente un miembro del sanedrín como José de Arimatea, que se encargó del cuerpo y era el dueño del enterramiento, del que dicen era nuevo y estaba excavado en una roca.

Con esos datos, Calderón analiza las cuatro posibilidades que más se han barajado en distintos estudios sobre dónde se pudo encontrar Jesús después de su muerte.

La primera de ellas la del Santo Sepulcro, tradicionalmente reconocida como verdadera, y que le parece la más adecuada teniendo en cuenta los últimos descubrimientos y por el descarte de las otras tres teorías.

El segundo enterramiento atribuido como tumba de Jesús es la llamada tumba del Jardín, bajo custodia anglicana y excavada al norte de la Puerta de Damasco en una colina con forma de cráneo, y que Calderón descarta por su ubicación y la cronología que él mismo ha estudiado de los hechos relacionados con la muerte de Jesús.

La tercera posibilidad es la llamada tumba de los diez osarios, a unos cinco kilómetros de la ciudad, y que considera que es la que menos peso tiene, porque ninguno de los restos hallados tiene los signos de haber sido torturado, crucificado o lanceado, además, no cree determinante la inscripción que aparece en uno de los osarios, 'Jesús hijo de José', nombres muy habituales entonces en el lugar.

Finalmente, hay una cuarta teoría, que es la de que en realidad Jesús no murió, sino que tras aplicársele una serie de ungüentos fue reanimado, salió de una especie de coma en el que se encontraba, y se marchó a la India, o que vivió junto con María Magdalena y llegó hasta Francia, unas leyendas envueltas en cierto halo mágico.

El juez descarta esta posibilidad basándose en aspectos jurídicos, como que el romano era "un especialista en la crucifixión" y Jesús fue condenado a pena de muerte, por lo que "sería impensable que un romano permitiese que un ajusticiado bajase vivo de la cruz".

Jesús moriría por una "parada cardiorrespiratoria en fibrilación ventricular", ocasionada por la flagelación, las heridas del casquete de espinas, las de los 50 martillazos que recibió para ser clavado en la cruz y finalmente la posición en la cruz que daba lugar a una asfixia lenta.

La conocida lanzada del soldado romano para confirmar su muerte ante las prisas para descolgarlo de la cruz por la llegada del 'sabbath', no hacen sino remachar el hecho de que los encargados de hacer cumplir la sentencia no iban a dejar que se lo llevasen vivo.

La "pilum" (lanza romana) le atravesó el costado derecho, entre la quinta y sexta costilla, hasta llegar a la aurícula derecha, que le provocó un derrame pleural, de ahí que derramase sangre y agua, fluidos que, junto a los de las heridas anteriores, también dejaron los rastros que concuerdan con las pruebas encontradas de su muerte.

Estos son sólo algunos de los datos que se añadirán próximamente a la cuarta edición del libro "Proceso a un inocente" (Editorial Liberman), a final de año o principios de 2018, que aborda el juicio a Jesús desde un punto de vista jurídico.

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