Juanma Moreno reunió a la cúpula del PP andaluz hace ocho días en Sevilla para confirmarle el secreto a voces de que se presentaba a la reelección. Frente al atril, y con toda la directiva a la espalda, lanzó el mensaje triunfal de que está dispuesto a dejarse “la piel por el partido” si en marzo recibe el encargo de mantenerse al frente. Pero también deslizó un par de frases que provocaron murmullos y codazos entre las filas de sillas pobladas por cuadros medios. Animó a los suyos a discrepar y a “opinar libremente”. Nada habría tenido de especial si no fuera porque a la balsa de aceite que se presume en torno al congreso regional de Málaga le sucederán unos también previsibles convulsos cónclaves provinciales. Hubo quien en corrillos susurró la pregunta clave: “¿discrepar más aún?”.
Moreno Bonilla llegará a la cita regional marcando el paso de la oca: este martes fue proclamado candidato único sin alternativa y con 11.359 avales cuando los estatutos sólo le exigían 90. Pero en su cabeza lo que fluye ya es el runrún de cómo solucionar el ruido de sable en los ocho territorios. Al enfrentamiento pendiente de cicatrizar en Sevilla tras un cierre en falso de la crisis o a la pugna que se intuye en Granada, Cádiz o Córdoba se le ha sumado ya el estallido de Jaén, donde José Enrique Fernández de Moya, exalcalde de la capital y secretario de Estado de Hacienda, ha anunciado que quiere repetir al frente del PP tras 20 años en el cargo.
Lo que está en juego es la mil veces reiterada ambición de Moreno Bonilla de imponer en Andalucía el principio básico de “una persona, un cargo”, algo que ahora Fernández de Moya, que milita ahora desde Madrid en el bando crítico, le cuestiona en público y que debería aplicarse porque se aprobó así en el último congreso nacional, donde se establece como incompatible la presidencia provincial con un cargo en la Administración central. Sólo se admiten como mínimas excepciones las de cargos en corporaciones locales o el Senado.
En el caso de Fernández de Moya habría pues duplicidad. No es ni por asomo el único escollo: el partido debe solucionar el encaje de otros dos pesos pesados como son Antonio Sanz, que también aúna cargo institucional como delegado del Gobierno en Andalucía y orgánico como primera autoridad del PP gaditano, y el de José Antonio Nieto, al que rescató Juan Ignacio Zoido como secretario de Estado de Seguridad y también candidato a repetir al frente del PP de Córdoba. Y como trasfondo, los bandos de filias y fobias en Madrid entre Dolores de Cospedal, que en su día optó por José Luis Sanz, alcalde de Tomares, como presidente del PP-A y Soraya Saenz de Santamaría, gran valedora final del ahora presidente.
Candidato por duplicado
Por si hubiera poco lío, el PP jiennense recibió este martes un inesperado ingrediente: el alcalde de Porcuna, Miguel Moreno, anunció también su candidatura rodeado por una veintena de regidores provinciales. Su presentación fue toda una declaración de intenciones: quiere ser un líder “que ande por la provincia”, en un ataque a su rival que como alto cargo del Estado repartiría tiempo con Madrid.
Moreno trató de apaciguar el incendio lanzado una advertencia a todos los que se postulan. Frente al órdago de Fernández al anunciar que cuenta con el permiso de Génova, el presidente del PP-A le recordó a él, y al resto de navegantes, que la compatibilidad la tiene que aprobar el Comité Ejecutivo Nacional a propuesta del Comité de Cargos, órgano ni siquiera constituido. Y “no hay excepción”. Ahora le queda la dura batalla de pactar con sus subordinados quién puede o no presentarse.
Llamada a la calma a los "ocho magníficos"
El PP-A trata de capear el temporal pese a ser más que consciente de que en los congresos provinciales se avecinan batallas. Como eso no toca de momento, Moreno Bonilla optó por lanzar balones fuera y alabar a sus ocho “magníficos presidentes”, que serán “los mejores” cuando se cierre el proceso de renovación de cargos. Con ellos tendrá que “abrir el diálogo” en breve para “encauzar” los cónclaves que se avecinan.