Dejo hoy la política
tan solo por un instante
versificando al Levante
para hacerle una crítica.
Es que mucho nos quejamos
del aire de nuestra tierra,
pero sin tener en cuenta
que es de los más sanos.
Te levantas con levante
y con levante te acuestas,
abrigando la esperanza
de que no siga adelante.
Algunos sienten tristeza
con este viento del este
que, además de ser caliente,
les da dolor de cabeza.
El agricultor se queja
cuando resopla tan fuerte
porque este aire, simplemente,
ni un fruto en el árbol deja.
Nadie mira las ventajas
del aire con movimiento
que sopla por nuestro Puerto
limpiando las zarandajas.
Demos gracias al Levante
que todo lo húmedo seca,
oreando aquellas ropas
colgadas de los tirantes.
Nuestras calles, si se mojan
por la lluvia o por el riego,
llega el Levante luego
dejándolas como alfombras.
Ya quisieran los ingleses
poder quitar la humedad
de Londres, su capital,
sin pagar los intereses.
Pues lo tienen bien sencillo:
vengan a nuestra ciudad
que se lo podrá explicar
cualquiera de los chiquillos.
Defectos y virtudes resaltar
de este viento a veces
impertinente,
será un soneto más que suficiente
desde donde poderlo criticar.
Ese aire que sopla sin compasión,
ese aire que a veces está en calma,
ese aire que resuena con el alba,
ese aire con la fuerza de un ciclón
con silbido prolongado aparece
en los días de invierno
y primavera,
sin respeto al otoño y al estío.
A grandes barcos
como plumas mece,
increpando a los mares
más bravíos
hasta que por fin
llena la marea.
